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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El jaleo

De modo que, por si no hubiese ya bastante lío con el chalaneo del Gobierno -y del PSOE- en lo de "Celulosas", resulta que a los políticos se les han unido los tribunales con resoluciones en apariencia distintas. Y, así, los muchos trabajadores que dependen de la factoría de Lourizán tendrán que usar un mapa para saber a ciencia cierta qué hacer -y dónde- y a quién han de pedir permiso para defender un derecho básico, que es mantener su empleo al margen de intereses electorales de unos y otros. Algo nada fácil en cualquier circunstancia y peor aún en estos tiempos.

(Resulta especialmente significativa la diversidad de los apoyos para cada postura. De una parte lo proclaman los sectores económicos y laborales -con silencio de las direcciones gallegas de los sindicatos- entre ellos las cofradías de la ría. De otro, colectivos ecologistas y partidos políticos, entre los que destaca la tibieza del PP y la ausencia de Ciudadanos e incluso la presencia, por esta vez, socialista. Un mapa que demuestra de nuevo que la cuestión es mucho más que local o medioambiental y que agranda brechas hasta ahora relativamente limitadas.)

Entretanto, el pulso se mantiene con cambios en la argumentación: la ecología ha pasado al urbanismo y de la sombra de los despachos a la calle. Con especial relevancia por la presencia en Galicia de Pedro Sánchez y la protesta contra sus decisiones y el anuncio de otra, mayor, para el día 26: habrá que ver, como diría el exconselleiro Diz Guedes, si se "desplaza o no la masa manifestante". Sea como fuere, la cosa no apunta bien porque la tensión crece y, como se piensa más en el voto que en la gente, ésta se encrespa y pintan bastos. Aunque, dado que la izquierdas -la clásica y las otras- se ausentan, falta decorado.

En este punto hay que echar mano, otra vez, de Murphy, y sus teorías. La principal -que lo susceptible de empeorar empeora-, es del todo aplicable ahora. Y, como se dejó escrito, a la confusión se unen la Audiencia Nacional, que declara el derecho de la empresa a defenderse, y el TSXG que ratifica la tesis de que las obras en la factoría necesitan licencia municipal, lo que en la práctica puede significar que se retrasen ad calendas graecas. En conjunto, un galimatías que refuerza la idea de que este es un país que, en según qué cosas, no hay dios que lo entienda. Con perdón.

Y como en estos tiempos no hay día sin mítín o alusión electoral -y éste es uno de los pocos asuntos concretos que entra de lleno en la campaña- quizá no estorbe reclamar, con la máxima prudencia posible, que alguien recuerde que después del día 28 será otro día, que muchas familias tienen su futuro pendiente de la voluntad de unos pocos y que la cuestión no se cerrará con el recuento. Porque están pendientes otras elecciones, municipales, y que sea cual fuere la resolución del pleito en marcha, serán en la capital del Lérez más gasolina en una hoguera ya voluminosa. Pero como en los altos asientos de la política eso no parece importar, lo probable será que el jaleo siga. Quizá porque a alguien le convenga.

¿No?

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