El pato Donald no es un pato. Es un ser humano. Es cierto que si ves "Patoaventuras, la película: el tesoro de la lámpara perdida" (Disney Channel) te podría dar la impresión de que Donald es un pato. Al fin y al cabo, tiene pico, el cuerpo lleno de plumas, y los dedos de sus pies están rodeados por una membrana interdigital propia de los palmípedos. Pero si te fijas un poco más, te darás cuenta de que tiene otro montón de características imposibles en un pato: discute con los que le rodean, crea normas y se enfrenta a las que ya existen, utiliza el lenguaje para representarse cómo podrían ser las cosas. De verdad, Donald es un ser humano. No entiendo por qué Walt Disney dibujó a ese ser humano con unas características anatómicas tan ajenas a su condición humana. Pero no fue la única vez que lo hizo. Simba no es un león, es un ser humano disfrazado de león. Winnie the Pooh no es un oso, es un ser humano disfrazado de oso. Goofy no es un perro, es un ser humano disfrazado de perro.

Y gracias a que son humanos, puede existir "Patoaventuras". Si en verdad Donald, el Tío Gilito, Daisy y demás fueran patos y no humanos, la película de "Patoaventuras" sería aburridísima. Veríamos a unos patos durante hora y media en una charca, darían una vuelta alrededor, caminarían por poco por el terreno, mordisquearían unos hierbajos y terminaría la película. Como mucho, en su momento más álgido, volarían unos metros. Nada de luchar contra magos malvados, nada de encontrar tesoros en una pirámide. Vaya diferencia entre las cosas que hacemos los humanos y los patos. "La casa de Mickey Mouse" (Disney Junior) es un programa de entretenimiento para los más pequeños en donde hay humanos que afirman ser ratones, perros o patos. Los niños se lo pasan bomba. ¿Qué le pasa a Disney?

Donald parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato. Pero no es un pato. Es un ser humano disfrazado de pato. Él sabrá por qué se oculta de esa forma.