La Sociedad cambia. Y con ello deben hacerlo las políticas públicas. La crisis supuso un mazazo para todos, pero para algunos más que para otros.

En el último número de la revista Cuadernos de Información Económica, que edita FUNCAS, Eduardo Bandrés presenta un detallado análisis de la desigualdad y la pobreza tras la Gran Recesión. El gráfico que acompaña esta columna está extraído de ese trabajo. En él se representa el riesgo de pobreza por tramos de edad en España desde el año anterior a la crisis hasta 2016.

Antes de seguir, algunas aclaraciones terminológicas para los no especialistas. El riesgo de pobreza se define como el porcentaje de personas que viven en hogares cuya renta total equivalente anual está por debajo del umbral de pobreza. Un umbral que se establece, en las estadísticas oficiales, en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de los hogares a nivel nacional. A su vez, la mediana es el valor que, ordenando a todos los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los mismos por debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima. Por tanto, el umbral de pobreza es relativo: aumenta o disminuye en la medida en que lo haga la mediana de los ingresos.

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Volvamos al gráfico. Como todo el Mundo sufrió y perdió renta, el umbral de pobreza cayó y eso explica que para el conjunto de la población la tasa de riesgo de pobreza haya aumentado muy poco. Sin embargo, las cosas cambian mucho cuando nos distinguimos por edades. Los menores de treinta años se llevan la peor parte, con tasas cerca del 30%. El caso contrario es el de los mayores de 64 años. Su riesgo de pobreza es hoy el más bajo. La explicación es que la revalorización de las pensiones fue ajena a los recortes que los demás sí experimentaron.

La conclusión inmediata de lo anterior es que la prioridad para combatir la desigualdad y pobreza en España no está en mejorar las pensiones de jubilación y viudedad. La prioridad debería ser la infancia y la juventud, sobre todo porque sabemos que la probabilidad de ser un adulto pobre está muy correlacionada con la situación del individuo en su niñez.

El apoyo a las familias con hijos menores y la mejora en las condiciones de acceso al mercado de trabajo de los jóvenes deberían ser la prioridad. Otra cosa es que el colectivo de pensionistas supone muchos más votos que el de los menores de treinta en riesgo de pobreza.

*Director de GEN (Universidad de Vigo)