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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Patobiografía de la realeza hispánica

La biografía cómo género histórico declinó en España a mediados del siglo XX, desplazada por el interés de los historiadores hacía los llamados "sujetos colectivos", de acuerdo con las tendencias historiográficas en auge de ese momento. A pesar de esa moda, determinados autores analizaron e interpretaron distintos personajes históricos a nivel simplemente humano, despojados de la deformación propia de apologistas o detractores. Valgan como ejemplo los trabajos de Gregorio Marañón sobre El Conde-Duque de Olivares (Madrid: Ed. Espasa Calpe; 1936) o sobre Antonio Pérez (Madrid: Ed. Espasa-Calpe; 1944); que además, analizó la personalidad de los biografiados desde sus conocimientos médicos. A estos podríamos añadir el estudio de Jesús Pabón sobre Cambó (Barcelona: Ed. Alpha. Barcelona; 1952 y 1969).

De todos modos, hace ya más de treinta años, y con notable auge en la actualidad, que se puso de nuevo en boga el género literario de la biografía clásica, lo que supuso una recuperación del papel que desempeñaron en la historia los protagonistas individuales. Al tiempo, y desde los años cincuenta del siglo XX, se desarrolló lo que el historiador Vicente Palacio Atard recogió como "nueva historia parahistórica", que amplía la dimensión biográfica de los personajes con la investigación de su estado de salud, enfermedades y causas de muerte -patobiografía-, que a su vez incluye y se complementa con la dimensión humana del personaje y sus alteraciones, a la luz de las ciencias psíquicas -psicohistoria-. Es indudable que las enfermedades sufridas por los miembros de la realeza, intervinieron en su propio comportamiento y, como consecuencia, sobre aquellos que de ellos dependían, los súbditos, que conformaban su pueblo. La investigación psicohistórica permite avanzar en la comprensión de lo que esos personajes han hecho y por qué lo que han hecho, en definitiva, una interpretación más integra y real. Esta aproximación es la más razonable, sobre todo porque es artificial y difícil, por no decir imposible, separar la vida pública y la privada de estos monarcas; sobre todo si están dominados por locuras y vicios. Es indudable que son inseparables las distintas facetas de un monarca: dirigente absoluto, guerrero y padre de familia; presencias aún más difusas si el autócrata es desequilibrado y vulnerable.

Aunque el que les escribe ya había realizado varios acercamientos concretos al tema (véase en Faro de Vigo: Carlos II el hechizado, un rey demonizado, 02.07.2017 y Felipe V, un desequilibrado y desventurado rey, 03.09.2017), es mi propósito, a partir del artículo actual, dedicar algunos de estos sueltos en Faro de Vigo a analizar la patobiografía y psicohistoria de algunos otros miembros de la realeza española. Vaya por delante que ni todos nuestros monarcas y personajes de la realeza eran sanos y cuerdos ni tampoco todos enfermos y chiflados. Y, por supuesto, estos reyes han sido mucho más que "estatuas sin alma aferradas a un apodo", en palabras de César Cervera Moreno ( Los Austrias. El imperio de los Chiflados. Madrid: La Esfera de los Libros; 2016). En efecto, la identidad personal de estos monarcas no puede quedar supeditada al sobrenombre que le adjudicaron sus contemporáneos, la mayoría de las veces para embellecerlos o ennoblecerlos, en menos ocasiones como fruto de la inquina y, en algunos casos, como consecuencia de una visión exagerada de un trazo peculiar o de un rasgo defectuoso, por vía de la metonimia. Serviría de ejemplo de estos últimos el de "La Chata", para Isabel II.

En este intento personal he de confesarles que tengo, a mi favor, la formación médica que ostento, aunque restringida en muchos aspectos. En mi contra está la mengua de mi desconocimiento historiográfico. Trataré de paliar mis limitaciones con la bibliografía existente, cada vez más amplia, y que citaré puntualmente en cada caso, como hago de forma habitual en estos artículos. Procuraré hacerlo con la mayor precisión y dentro del contexto histórico-cultural en que vivieron. A las fuentes bibliográficas, más o menos conocidas, añadiremos nuestra propia interpretación personal, sobre la que ustedes pueden hacer una discusión virtual.

Los testimonios historiográficos son irregulares. Tal como señaló primero A. Ruiz-Moreno ( Cuadernos de Historia de España.1946; 6:100) y después Margarita Cabrera Sánchez (En la España Medieval. 2011; 34: 97-132), existe un contraste entre la profusión de noticias sobre el ritual funerario, y los limitados datos que existen sobre las enfermedades y causas de muerte de los personajes reales. Afortunadamente, estos últimos se han compensado en las últimas décadas con diferentes monografías y trabajos, algunos con dedicación especial al tema que tratamos. En todo caso la bibliografía es desigual. En algunos dignatarios no disponemos ni de la fecha del fallecimiento, en distintas fuentes solamente se citan algunos síntomas y en otras contamos con descripciones de las circunstancias, sintomatología y naturaleza de las enfermedades de los monarcas -lean a Emilio Mitre Fernández ( La muerte del rey, 1200-1348, y la muerte entre las élites. En la España Medieval. 1988) y Margarita Cabrera ( La muerte de los niños de sangre real durante el Medievo. En la España Medieval. 2008; 31: 217-248). Las aportaciones de estos y otros autores señalan el desconocimiento absoluto o la parquedad e imprecisión de datos en casos concretos. Por citar algunos, no podemos precisar la fecha del fallecimiento de Violante de Aragón, esposa de Alfonso X "el Sabio" de León y Castilla, de Violante de Hungría, segunda esposa de Jaime I "el Conquistador" de Aragón, o de Constanza de Sicilia, esposa de Pedro II "el Grande" de Aragón. Por el contrario, según la investigación de Cabrera, sobre un total de 44 reyes y reinas en las que pudo comprobar las circunstancias de su muerte, en 25 fue consecuencia de alguna dolencia. De estos 25, en siete encontró referencias a enfermedades concretas. Entre estas enfermedades destacó, en primer lugar, la tuberculosis, infección que afectó a Sancho IV de Castilla, según recogen los testimonios que siguen. El escritor don Juan Manuel, en 1294, en su Libro de las armas o de Las tres razones, relata sobre Sancho IV estas palabras: "Muy maltrecho en su cama [?] Tomó una tos tan fuerte, non podiendo echar aquello que arrancava de los pechos, que bien otras dos vezes lo tobiemos por muerto". Y el cronista Jofré de Loaysa, afirmó: "fue atacado gravemente por una enfermedad llamada tisis y luchó mucho tiempo contra ella". Asimismo, un siglo largo después del relato del cronista Fernando Pérez de Guzmán y de las aportaciones de diferentes autores, parece deducirse que la enfermedad que padeció Enrique III de Castilla fue tuberculosis. La peste, calificada como la enfermedad más temida del Medievo, con toda probabilidad, fue la sufrida por el rey de Alfonso III "el Liberal" de Aragón, que, según el cronista Ramón Muntaner, tuvo una protuberancia en el muslo, acompañada de fiebre; hinchazón o landre que parece identificarse con la peste bubónica. Tiempo después, en 1348, la peste también sería la causa de fallecimiento de Leonor de Portugal, segunda esposa de Pedro IV "el Ceremonioso" de Aragón.

Otros diagnósticos se corresponden con distintas descripciones de enfermedades crónicas que, en ocasiones, fueron incluso ratificadas mediante el estudio antropológico de los restos óseos de de los monarcas. Tal fue el caso de Alfonso X "el Sabio", que posiblemente falleció de un tumor localizado en el maxilar superior.

En el trabajo histórico tradicional las motivaciones se interpretan como consecuencia lógica y pragmática de la situación. El estudio del estado de salud y enfermedad del personaje lo complementa. Y la psicohistoria aún va más allá de los rígidos márgenes del sentido común, al ensamblar las conexiones y motivaciones racionales con las irracionales, que provienen de los sentimientos, las emociones, las pulsiones y los instintos. Así, la comprensión del personaje real, como hombre y como persona, ayudará a explicar su interpretación como gobernante. El que fue Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid y Académico de la Real Academia Nacional de Medicina, el profesor Francisco Alonso-Fernández recurrió a la investigación psicohistórica-biográfica y, utilizándola con rigor y precisión, estudió la personalidad de los Austrias españoles - Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II-, que en sentido estricto deberían ser designados como dinastía Habsburgo y Trastámara, cuyo fundador fue Carlos de Habsburgo y de Trastámara. Mediante la psicohistoria, Alonso-Fernández completó los datos aportados por la historiografía y la historiología sobre estos reyes ( Historia Personal de los Austrias españoles. Madrid: Fondo de Cultura Económica; 2000). Su trabajo abrió caminos, no solo para los profesionales sino también para los aficionados como yo en el intento que hoy, a la vez continúo y comienzo. La dinastía Trastámara nació con un fratricidio y llegó trasteada a su unión a los Habsburgo. La madre de Carlos I, Juana I de Castilla "la Loca", que era hija de Isabel I "la Católica", heredó la locura de su abuela materna, Isabel de Portugal, la cual sufría un trastorno mental de carácter periódico. La afectación psiquiátrica de Juana I se inició con un trastorno paranoide, a partir del momento de su boda con Felipe I de Habsburgo "el Hermoso". Lo expresaba con sintomatología delirante -"delirio de celos" y "delirio de persecución"-, solapada con síntomas psicomotores catatónicos. Al fallecer Felipe I inició una conducta necrófila, al creer que su marido no estaba muerto, sino embrujado y que reviviría. Por la rama paterna de Carlos I, su padre, Felipe I, procedía de una familia cargada de consanguinidad, debido a los matrimonios acordados entre parientes por conveniencia política. Una estrategia de casamientos que continuaron sus descendientes hasta el punto de que el coeficiente de consanguinidad y endogamia de Carlos II alcanzó el 25%, equivalente al fruto de una relación entre un padre y una hija o entre hermanos.

Estos breves trazos evidencian la carga patológica y genética de nuestros monarcas. No hemos hecho más que empezar, les prometo la continuidad del tema.

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