"Omitida totalmente por haber sido desvirtuada por la censura". Esto anotó Rafael Landín sobre una crónica cuya emisión tenía que haberse realizado el 12 de septiembre de 1954. Dos folios escasos sufrieron una tachadura salvaje en su última parte, que dejó ininteligible el sentido del texto. Imposible un arreglo para salvar el expediente. Aquel no resultó el único choque con la censura de sus escritos radiofónicos, pero sí fue el más duro.

Landín retomó en aquella crónica la falta de viviendas en Pontevedra, un tema que había tocado con anterioridad. Su insistencia obedeció a que "por muchas y muy complejas causas, el problema es cada día más acuciante".

"El hecho -dijo con rotundidad- es que el capital privado no concurre al negocio inmobiliario en la medida en que las necesidades de alojamiento de la población lo requieren."

Así planteó su introducción, para aludir luego a un acuerdo tomado por el Ayuntamiento, encaminado a construir un bloque de viviendas para sus funcionarios. El cronista aplaudió el proyecto, pero aprovechó la ocasión para reclamar una realización digna: "las casas baratas no tienen por qué ser sórdidas y horrendas". Cabe suponer que al leer esto último, el censor de turno empezó a inquietarse y a sacar punta a su lápiz rojo.

Landín aludió a la reciente constitución del Patronato Sindical de la Vivienda, como órgano encargado de gestionar la construcción de casas para las clases trabajadoras. Y apuntó que el plan nacional incluía 150 nuevas viviendas para esta ciudad, con un presupuesto de siete millones.

Ante la solicitud de ayuda a los ayuntamientos por parte de dicho organismo, el cronista reflejó un hecho objetivo en aquel momento: que Vigo y Vilargarcia habían comprometido la cesión de terrenos, en tanto que Pontevedra había dado la callada por respuesta. La censura tachó esa referencia e hizo lo propio hasta el final del texto, que ahora reproducimos:

"¿Esa omisión del concello pontevedrés -se preguntaba no inocentemente- será la confirmación de su negativa?" No. Preferimos suponer que nos hallamos ante un rumor infundado. Porque sería demasiado duro tener que admitir que nuestro municipio no tiene dinero para hacer frente a uno de los más serios problemas ciudadanos, en la más propicia oportunidad que se nos ha presentado. Y más deprimente resultaría tener que confesar que, a pesar de las veraniegas y amistosas visitas de los magnates del crédito español a nuestra ciudad, ya no hay quien nos preste ni un céntimo".

Y terminaba pinchando en hueso: "No, decididamente no podemos creer que Pontevedra haya llegado a ese grado de impotencia económica. No es que seamos demasiado optimistas -y con el menor fundamento lo seríamos-, pero para dar por cierta esa información, todavía nos falta un largo trecho."

Ni la retórica intencionada ni la coletilla final burlaron la férrea censura. El horno no estaba para bollos entre el Ayuntamiento y la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, y más que se calentó en los meses siguientes.

El alcalde Argenti Navajas tuvo que convocar un pleno extraordinario, donde quien más habló fue Antonio Míguez, secretario técnico de dicho organismo. El altivo gerifalte amenazó a la corporación con perder las 150 viviendas previstas si en el plazo máximo de quince días no ponían los solares necesarios a disposición de la Obra Sindical. Aquel ultimátum tuvo un efecto inmediato. Landín sabía muy bien de que hablaba, aunque no podía decirlo.