Faro de Vigo

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El vendedor Bernardo Guerrero

Tras la agresiva irrupción del inefable Ángel, aquel voceador teatral y ruidoso que abrió mercado en Pontevedra, entendió Faro con buen criterio la necesidad de contar con un vendedor local para consolidar su venta diaria. La persona elegida no fue otra que Bernardo Guerrero.

Landín contó que Guerrero se demostró enseguida la antítesis de Ángel; nada que ver con su belicoso apellido. Con anterioridad, Bernardo había formado parte de una banda de música y luego había trabajado como funcionario en un organismo estatal, hasta devenir en vendedor de prensa con poca predisposición a vocear ninguna exclusiva. Él era un hombre tranquilo, de educados modales y correcta indumentaria, que cumplía honradamente el cometido encomendado. Todo eso sumaba en su haber.

Por la mañana vendía el Faro, que se llevaba la mejor parte por su frescura, y por la tarde ofrecía La Concordia, el otro periódico editado en Vigo, que traía la última hora. La competencia entre ambos quedaba así perfectamente separada y hasta diluida sin ningún problema.

En lugar de callejear de un lado para otro cargado de periódicos en busca de compradores, Bernardo Guerrero eligió un punto de venta bien conocido y con carácter fijo: un banco de la Herrería situado frente al café Méndez Núñez en su primera ubicación bajo los Soportales. Allí estaba siempre como un clavo, hasta que agotaba los ejemplares.

Al acabar cada jornada, Landín contaba que Guerrero acudía a una tienda de los Soportales que daban frente a la plaza del Teucro, donde tomaba una chiquita y comentaba las principales noticias que aderezaba con cierta inventiva, como si él mismo hubiera estado presente en el lugar del suceso.

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