Casi es febrero y tengo un presentimiento incómodo, como si sufriera todo el día el roce de una camisa áspera en la garganta. La sensación podría estar anticipando una gripe o las ganas de que llegue el Entroido -la mejor Marca Ourense del mundo-, pero no, no se trata de eso. Se expande una fragancia en el ambiente que remite a un qué sé yo. Prácticamente se puede paladear a estas alturas el sabor de la derrota, de la euforia, de la decepción, del exceso de adjetivos y promesas que, menos mal, durará unos días y hasta la próxima.

La alegría irá por barrios, como suele. La victoria tendrá mil padres y fabricará orgullosas sonrisas en serie, como dice un poema de Wislawa Szymborska: "El mundo confía más en lo que ve que en lo que escucha. / Los hombres de Estado deben sonreír. / La sonrisa manifiesta que no pierden el ánimo. / Aunque el juego es complejo, los intereses opuestos, / el resultado incierto, siempre es un consuelo / una sonrisa cordial de blancos dientes".

Los políticos triunfantes escribirán muchos tuits, sujetarán mapas delante de nuestras narices, habrá barra libre de hashtags y likes, y emergerá una legión de abnegados seguidores. El personal de confianza se esforzará con mucho ahínco y confiará aún más. Al tiempo, en contraposición, las puñaladas un tanto misteriosas de aquí a los próximos meses volverán a sobrevolar a finales de mayo, en junio y en julio, a la vista de todos. Nos salpicará la sangre metafórica de los compañeros de filas mientras reparten facturas. Centenares de cargos asienten, aunque no siempre lo digan, con la frase famosa que se atribuye al tres veces presidente de Italia, Giulio Andreotti: "Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido".

Tenemos en Ourense los ingredientes para jugar a la Quiniela con muchos boletos para perder, como los propios candidatos. Se presume que en la tercera ciudad gallega una variedad de candidaturas intentará conseguir uno o varios de los 27 escaños del pleno. Son casi mayoría las que llevan meses presumiéndose, pero que nunca se consuman. La dispersión del voto parece un riesgo evidente a derecha y a la izquierda, a falta de conocer si habrá más o menos confluencias. Mirando notas de prensa, observando también los selfis, aparecen los aspirantes principales a recoger sinsabores. Enternece un poco porque ellos todavía no lo saben, pobriños. El 26 de mayo es domingo de elecciones. Podemos prepararnos para el espectáculo una semana antes, con Eurovisión.