Es probable que, pasado el tiempo imprescindible para hacer un análisis razonable de lo que se ha dicho en la convención del PP, lo que más llame la atención sea la variedad de las interpretaciones. Que se da además de un extremo a otro del escenario conservador, porque donde alguien habla de la extrema derecha, otros ven el liberalismo rampante, y hasta se detectan algunas opiniones que se conformarían con seguir en una cierta indefinición. De lo que casi nadie duda, aunque muy pocos lo admitan, es que de la cita sale un cuarteto en lugar de un trío, porque a Vox y Ciudadanos hay que sumar el PP casadista, efervescente ahora, y el marianista, silencioso, pero -aún- vivo.

No se trata de incordiar, sino de opinar. Y se hace esto último desde la convicción de que bajo la dirección del señor Rajoy, y aparte de los graves errores cometidos, la orientación Popular era claramente hacia el centro. Lo que quizá causara -por el tratamiento al separatismo catalán, sobre todo- el crecimiento de la escisión de Vox, que ya se había producido antes por la actitud del PP hacia ETA, aunque sin éxito. Y, en ese sentido, hay una clara diferencia entre los discursos de Feijóo -y la charla de Rajoy-- con los de Aznar e incluso de Casado. Los mensajes y, por qué no decirlo, también las actitudes respectivas.

En lo que a Galicia respecta, los puntos de vista desde aquí también son diferentes. Se resalta por el entorno del presidente y sus terminales mediáticas el "éxito" de don Alberto al ser el que oficialmente abrió la convención y por el contenido de su exposición, pero parece más cierto que su firmeza dialéctica en pro del centro no se vio refrendada ni por Casado, ni por Aznar. Y eso, en un ambiente acostumbrado a analizar los gestos, no es precisamente para echar cohetes. Tampoco ciertamente para desesperar a los creyentes en la moderación e incluso a los que todavía creen que hay ocasión para esperar, si lo de mayo es un fracaso, el retorno del jefe del Ejecutivo gallego al aspirantazgo de una cúspide Popular que, en esa hipótesis, podría quedar vacante.

Sea como fuere, y a pesar de las lógicas dudas sobre el futuro, el discurso del señor Núñez Feijóo puede y debe contribuir a la claridad política en Galicia en el sentido de que este antiguo Reino seguirá siendo gobernado, al menos en lo que queda de legislatura, desde la moderación. Y también deja abierta otra posibilidad, por más que ahora parezca muy lejana: la de que si el aznarismo no da el resultado que espera la nueva dirección, al menos para reconducir a sus filas a la derecha clásica, posibilite el retorno del marianismo -sin Mariano claro-, a través de algún/a antiguo/a miembro de su Gobierno como último remedio contra la extinción del propio PP por su continua pérdida de votos.

Con todo y con eso, el cuarteto -siempre desde la opinión personal-, que en la práctica divide el espacio conservador también en Galicia, no supondrá aquí el problema que quizá complique más la situación en el resto de España. Primero, porque Ciudadanos carece hoy en este Reino de liderazgo y de estructura, y eso ni se importa ni se improvisa. Y también porque el PPdeG no ha dado, al menos verbalmente, las señales de debilidad que dan fuerza a Vox. Y, sobre todo, porque la izquierda se presenta ante el público en general no ya dividida, sino fragmentada y con sus referentes bajo mínimos en popularidad no ya externa, sino interna. Y eso no solamente es una dificultad más para ella: es una losa, si las cosas no cambian mucho en cuatro meses y poco o se repite de nuevo la carambola de 2005.

¿Verdad...?