Antes de llenar la ciudad de luces, el alcalde de Vigo había colmado ya las redes sociales de memes, parodias y comentarios jocosos a cuenta de sus calculadas demasías verbales. Algunos le llamaron iluminado, en fácil asociación de ideas con el lucerío navideño; pero lo cierto es que Abel Caballero ha generado miles de visitantes con su campaña unipersonal de marketing. Como para tomárselo a broma.

Ande yo caliente y ríase la gente, proponía Quevedo en una famosa letrilla que acaso haya servido de inspiración al alcalde. Este calentó, desde luego, el ciberespacio con sus deliberadas exageraciones al anunciar urbi et orbi el mayor espectáculo navideño del mundo. La suya era en sí misma una performance con ánimo publicitario: y los internautas, que tal vez no pillasen la intención, se ocuparon de hacerle a Vigo la más sorprendente -y económica- de las campañas de turismo.

El resultado de tanta rechifla se cifra ahora en miles de turistas -accidentales- a los que el genio promocional de Caballero despertó la suficiente curiosidad como para viajar a Vigo durante el puente de la Constitución. El número podría crecer aún, incluso en excursiones organizadas al efecto, de aquí a que los Reyes echen la persiana a las Navidades.

El caso de Vigo delata como pocos que el mundo se ha reducido al tamaño de un pañuelo en la era de internet. Caballero ejerce un poder personal, hiperlocalista y de maneras distendidas que ya había practicado -también con notable colecta de votos- el exalcalde de A Coruña, Francisco Vázquez. Pero no es esa la única clave.

La diferencia, si alguna, reside en que Vázquez trató de construir su Ciudad-Estado en una época todavía analógica, mientras que Caballero lo hace en tiempos digitales. El profesor y exministro que dirige Vigo al modo de un dux veneciano entrevió las posibilidades que ofrece un altavoz de alcance universal como la Red, a la que tanto partido le viene sacando sin apenas gasto de publicidad.

Internet es, básicamente, el reino de la anécdota. Puede que los grandes asuntos de la actualidad pasen inadvertidos para los navegantes por esos mares de bits: pero a cambio, cualquier meme más o menos memo; cualquier pequeña incidencia local y no importa cuál vídeo de gatitos tienen el éxito de público asegurado. Y con ello, cientos de miles de clics que son los que dan dinero y reputación en el ciberespacio.

Consciente de ello, en apariencia, Caballero multiplica sus performances ante las cámaras en la seguridad de que provocarán un alboroto en la pajarera de Twitter y un intenso tráfico de comentarios en Facebook, Instagram y WhatsApp.

La eficacia de esta fórmula se había comprobado ya con el lanzamiento del Dinoseto, un simple arbusto tijereteado en forma de dinosaurio que acabó por desplazar en popularidad a la espléndida escultura de Leiro rebautizada como El Sireno, con la que comparte espacio urbano. El seto en cuestión, a modo de Manneken Pis local, es pasto de selfies y fotos familiares, a tal punto que ya ha ingresado en el olimpo virtual de la Wikipedia.

Faltaba tan solo el boom del alumbrado navideño, anunciado con la suficiente astucia publicitaria como para que las luces de la Red centrasen su foco de iluminación en Vigo para gozo del alcalde y de los comerciantes beneficiados por la inopinada ola turística de invierno. Son, sin duda, los prodigios de la era digital aplicada al marketing.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

Haz click para ampliar el gráfico