Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco García.

Soy lo que soy, más o menos

Acabo de ver en uno de los carteles de cierto campeonato de surf que se celebra frente a mi casa una frase implacable: "Eres lo que haces". Como el concurso va de surf, entiendo el mensaje y lo traduzco: "Eres surf si haces surf". No sé muy bien que significa "ser surf", pero subí muy contento a casa, pues la sentencia, máxima, refrán o aforismo "eres lo que haces" estaba escrita en inglés pero conseguí traducirla sin ayuda de google. Hasta que me puse a preparar la cena del perro y me quedé helado. Aplicando la misma ecuación, si hago comida de perro es que yo mismo soy comida de perro, porque soy lo que hago. Menos mal que la publicidad vino en mi ayuda.

Sí, ya lo sé, seamos serios. Decir "soy surf" quiere decir que tienes espíritu surfista, que participas del modo de vida surfero y tal y cual. Pero es que no paro de ver esa identificación en toda la publicidad que, quiera o no quiera, consumo. Imagínense que yo carezco de personalidad y leo: "Soy lo que como". No quiere decir exactamente que yo sea un cachopo o una deconstrucción de chipirón al perejil, sino que mi modo de alimentarme o de degustar definiría mi personalidad. Entonces, ya me veo transformándome en comilón o "gourmet" según quiera parecer ante los demás, pues vivimos tiempos en que no hay cosa que más importe que la pose, el postureo, el parecer antes que el ser. Ya me veo dejando de untar pan en la salsa o untándolo a cinco dedos, convirtiéndome en vegano o metiendo media barra de pan en la cazuela de callos. "Soy lo que me medico", lee un pobre hombre despersonalizado. Y venga a chutarse ansiolíticos o anfetas dependiendo de que quiera figurar como un muermo o un polvorín simpatiquísimo. "Soy lo que bebo", lee otro. Y siendo como fue desde siempre adicto al coñá duro, ha de pasarse ahora a esa macedonia de frutas con un chorro de ginebra y agua tónica que llaman "gin tonic". De ese modo, lo tendrá la sociedad por caballero de fina estampa, muy a lo que es estar en la pomada.

La publicidad me insiste: "Eres lo que calzas", así que nada de probar zapatos que me queden cómodos y que pueda usar sin ver los firmamentos. Debo hacerme con una marca determinada, de un color determinado, con hebilla no sé cuántos o sin hebilla no sé qué, aunque jure en urdu y en karakalkapo por las apreturas en los pies. "Soy lo que viajo", ve una pobre mujer despersonalizada en un mupi. Y no tarda en salir pitando para Tailandia o Sicilia por mucho que lo que le guste de veras sea Páganos (que está en Álava), sea Correpoco (Cantabria) o sea Villapene (Lugo). "Soy lo que leo", o sea, una romántica empedernida o una amante empedernida de la historia o una empedernida consumidora de policiacos: el caso es ser empedernida. "Soy las series y el cine que veo", pues lo mismo, pero con monstruitos, que aquí no quiere crecer ni hacerse adulto ni el que lo inventó.

"Soy lo que visto", "Soy la crema que uso", "Soy el deporte que hago"? Me acabo de dar cuenta ahora mismo: en definitiva, el mensaje es "Soy lo que compro", pues el caso es comprar lo que el mercado diga que toca esta temporada, así salgas con unos pantalones diseñados por Picio, con una supuración empedernida de sérum y colágenos, con unos carrerones cabalgantes que te hacen ver pasar tu vida y todas las vidas ante ti, mientras los pulmones se te vienen a la boca. La publicidad de los mercados lo ha entendido bien.

El caso es que seas algo, luego que compres algo. Soy, luego compro. Si no compras, no eres. Y así van convenciendo a ese bichito inconstante, mudable y tan complejo que somos cada uno de nosotros y de nuestras circunstancias.

Compartir el artículo

stats