La estrategia que desarrolla el Gobierno apunta a la obtención de una posición de salida ganadora en las elecciones venideras. A tal fin ha adoptado o anunciado medidas de amplia aceptación social en terrenos muy diversos (Memoria Histórica, Iglesia, Ley Mordaza, TV Pública, Sanidad, en relación con el País Vasco y Cataluña,?) Otras, de gran calado socioeconómico o la plena ejecución de las en curso, quedan para la fase postelectoral, cuando haya un gobierno estable, de coalición , con amplio apoyo parlamentario. Lo que el Gobierno debe evitar ahora es la desilusión del electorado progresista con cambios frívolos de un día para otro y decisiones no meditadas, fruto de la ausencia de un programa claro, que llevan a rectificaciones y proporcionan munición a la oposición conservadora. En el fondo aparece la ambigüedad esencial del PSOE: un paso adelante y casi otro atrás, versión progresista del Gatopardo, en la que Aquiles alcanza a la tortuga de las reformas "ad kalendas graecas". Es de esperar que en un futuro gobierno de coalición, con socios más radicales, la marcha hacia las reformas necesarias sea más decidida.

Por lo que se refiere a los partidos de la derecha y a los medios afines, en vez de gastar sus energías en invectivas y afirmaciones sin sentido, incluso ridículas (presidente impostor, pagos vergonzantes a nacionalistas, rehén de populistas y bolivarianos?) harían bien en analizar la moción de censura. Por vez primera un conjunto de partidos estatales y de otros fuertemente enraizados en sus comunidades han aislado a una derecha de otra época. Como en la nueva situación política es casi imposible una mayoría absoluta, esta situación tenderá a repetirse indefinidamente, cada vez más claramente. Basta con una mirada al mapa de la articulación política española: una luna creciente de comunidades con partidos nacionalistas y/o regionalistas rodea a Madrid y a las dos Castillas (en manos de partidos de ámbito estatal). La confluencia de estas fuerzas con un socialismo con una vertebración regional flexible, próxima a los intereseses de las comunidades respectivas, confluencia que excluye pactos con un PP no homologable con una derecha moderna, parece en condiciones de impedir el acceso al poder de la derecha política durante largos años. Es más, es probable que en las próximas y sucesivas elecciones, el PP pierda la mayoría de su poder institucional a todos los niveles. Solo puede impedir este destino o una renovación muy profunda, hoy impensable, o una crisis extraordinaria que lleve al puerto del PP la deseperación o el miedo del electorado. Y sin descartar que una acción gubernamental nefasta estropee lo que, más que una coyuntura favorable, parece consolidarse como una estructura estable. Pues no olvidemos que el peor enemigo de los socialistas son ellos mismos.