Así puestas las cosas es evidente que, salvo que el PSOE obtenga una mayoría absoluta en los próximos comicios, volveremos a ver la confrontación de un partido único por una banda, y de un conglomerado de grupos, por otra, una cosa así como ocurre Galicia a altos niveles donde los partidos de izquierda (inclúyase en ellos el ámbito nacionalista) siguen haciendo el ridículo más espantoso, incapaces de consensuar un frente común que piense en Galicia y los gallegos y se dediquen a presentarles continuos enfrentamientos que hacen imposible un entendimiento, y también que el electorado sospeche que, si no antes, después de las elecciones que sean, los egos darán al traste con la hipotética coherencia política previa. Marín es, hasta ahora el reflejo de lo que ocurre en las alturas de la Autonomía. Salvo el Partido Socialista, que esta vez sacó su peor resultado electoral pero es un grupo consolidado, los demás muestran guerras internas incomprensibles para el ciudadano que espera otra cosa de sus representantes hasta el punto en que se observan divisiones de pareceres en los plenos, según dicen las crónicas de las sesiones, y hasta rupturas como lo sucedido en el BNG aunque, en realidad, nada nuevo bajo el sol porque cíclicamente, este partido rompe por el medio y llegan unos para empujar al abismo a otros y la historia está ahí pare recordar. É o que hai.
