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El conflicto catalán: situación actual y perspectivas

Un camino pensado con derrotas como los sacrificios de ajedrez

Se podría pensar a primera vista que nos hallamos en una situación de bloqueo cuya única salida son unas nuevas elecciones. Por una parte el soberanismo (que se presentó fragmentado) ganó de nuevo y recuperó el control del parlamento. Por otra, el 155 continua y la cúpula independentista se halla en prisión. Frente a la voluntad del parlamento de defender la legitimidad presidencial del Sr. Puigdemont (o de quien este designe) la actuación decidida de los tribunales, mediante la represión penal (procesamientos, prisión preventiva, multas) y el establecimiento de requisitos y obstáculos que frenen o dificulten la acción soberanista y empujen a la elección de un presidente que, en frase se Rajoy, no tenga problemas con la justicia y se sujete al imperio de la ley.

En realidad, pienso que no hay tal bloqueo y que, desde luego, no habrá nuevas elecciones. Estamos en una situación dinámica en la que dominan los factores de ruptura del equilibrio.

Precisamente la palabra proceso está muy bien escogida, es un camino perfectamente pensado en el que las derrotas son como los sacrificios en ajedrez. Rompen líneas, introducen el desorden en la estrategia contraria, obligan a determinadas piezas a asumir funciones que las descolocan?Todo ello en aras de obtener una posición ganadora, no obstante las pérdidas provisionales. Por ello, que equivocación y superficialidad (en el análisis ?) de los políticos y medios del bloque unionista cuando consideran acabado el proceso ¿No ven que a partir de ahora cualquier gobernante español tendrá que tener en cuenta, en su programa y en su acción de gobierno, al conflicto, ya no cuestión catalana? ¿Qué consumirá las mejores energías de su acción política? Ya no es, como decía un general del Siglo XIX, que haya que bombardear Barcelona cada cincuenta años, no, la confrontación será diaria y durará el tiempo que tarde en haber negociación. Este carácter irreversible del conflicto se instala, pues, en el centro del horizonte político español con brutal franqueza, abandonando, como piel reseca, su carácter larvado de tantos años de puesta entre paréntesis de décadas. Por ambas partes se han ejecutado gestos y actos antes impensables (entre los cuales la proclamación de la república catalana es un hito) y se ha abierto un abismo que solo una negociación de un calado enorme (y de consecuencias políticas impensadas en el gobierno del Estado) pueden salvar.

Uno de los factores nuevos es que la internacionalización del conflicto catalán comienza a tener éxito (reacciones judiciales y políticas y de los medios en los países europeos, llamadas a la negociación, fracaso de la estrategia del gobierno de reducirlo todo a una trama criminal de golpistas). Ahora se advierte la importancia de la acción del Sr. Puigdemont en Europa (que señalé en su momento) y que aquí fue calificada de payasada de un fugitivo. Acción que va a crecer cada vez más en importancia con el apoyo de los otros líderes exiliados. Ello conlleva una mayor confianza y seguridad de los políticos nacionalistas que han comprobado que se pueden medir con el Estado y ya queda claro que esa afirmación "quien le echa un pulso al Estado lo pierde", puede no ser cierta en el tiempo largo.

El nuevo gobierno catalán recuperará el control de la autonomía al tiempo que mantendrá la acción soberanista dentro y fuera de las fronteras, con las estrategias adecuadas a cada espacio, dirigidas a lograr una clara mayoría electoral y a la instalación definitiva del conflicto catalán en las cancillerías europeas.

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