A estas alturas, y con el calendario a la vista, es obvio que falta aún demasiado tiempo para las elecciones locales como para formular pronósticos sin temor a equivocarse. Quizá con la excepción de las encuestas, aunque a pesar de la salvaguarda que anteponen a sus vaticinios -"si los comicios se celebrasen ahora", prologan en sus trabajos- y de que fallan casi tanto como las escopetas de feria, reinciden una y otra vez. Eso debería tenerlo en cuenta, si le place, la señora portavoz del BNG, que anunció que "el cambio en Galicia comenzará con las municipales".

Es posible, desde luego, aunque la probabilidad resulta poco medible. Y sobre todo da la sensación de que doña Ana Pontón, que es una dama de mente habitualmente lúcida, haya confundido esta vez los términos de su apuesta. Porque en lo que se refiere a ciudades, diputaciones y villas, la izquierda gallega -y en ella el Bloque- manda más que el PP y, dado que Ciudadanos no existe, mucho más que el centroderecha. Y en ese sentido, hablar de "cambio" se referiría sólo al BNG, y eso a día de hoy resulta francamente aventurado de afirmar.

En este punto quizá no estorbe -aunque pueda sonar a lo de "excusatio non petita?"- matizar que el escepticismo sobre las posibilidades reales de futuro electoral del BNG no responde en absoluto a su carácter nacionalista. Más bien al contrario: ese espíritu, que acoge el derecho de autodeterminación, que es proclamado sin timidez, hace que confluyan en su seno, o al menos en sus votantes, no pocos que ahora mismo parecen de otra izquierda. Pero esos son, o al menos lo han sido, una minoría considerable en Galicia, que ahora mismo sólo da para influir en la formación de gobiernos locales y provinciales aunque en el pasado sirviera para llegar a la Xunta.

¿En qué se fundamenta el escepticismo? Siempre desde la opinión personal de quien escribe, en el dogmatismo con que predica el BNG su discurso nacionalista convierte ese mensaje en más radical que, incluidos los de Podemos o En Marea, donde dependen de quien lo envíe. Y le resta apoyo político para lograr lo que los manuales señalan como objetivo básico de cualquier fuerza: conquistar el poder por la vía de las urnas. Y como aquí no hay independentistas bastantes, o se modera u obtendrá poco: cuanto tenía otros matices -el último con Quintana- logró más.

Conste que cuanto precede no significa negar la necesidad de cambios en Galicia. Pero con el vigente panorama que presentan varios que lo propugnan -con obvias divisiones internas, algunas de las cuales pueden acabar en ruptura- lo más probable es que el electorado gallego se incline al final más por lo que le caracteriza, que es la moderación -y no necesariamente el conservadurismo-, y por tanto la respalde, aunque ya se verá cómo y cuánto. Algo que va a depender de quienes lo personifiquen y de si son capaces de dar con la techa en la modificación de las políticas que lo necesitan; difícil, sobre todo cuando no se practica demasiado la autocrítica.

¿Verdad??