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Gallego y español, lenguas de la nación

Es paradójico un país como nuestra Galicia caracterizado por una cultura que, en el más amplio sentido material de la palabra, es muy diferente de la dominante española, de amplia base castellano andaluza y que sin embargo no la traduce mayoritariamente en autoconciencia nacional, en emergencia política de la nación. Permanece como una etnia, en el sentido griego del vocablo, lo que implica siempre el peligro de asimilación.

Podemos pensar las causas de este estado de cosas en la terrible represión franquista que golpeó selectivamente a las elites, en la domesticación de cuarenta años de dictadura, pero lo mismo ocurrió en el País Vasco y en Cataluña. Importante me parece el retardo o "décalage" de una gran parte de la población con relación a la vanguardia nacionalista, retraso debido a causas históricas complejas y que, pese a los cambios sobrevenidos, sigue operando hoy.

Pero las organizaciones del nacionalismo político tienen que pensar su responsabilidad en el hecho de que después de tantos años de confrontación democrática, los resultados sean los que todos conocemos. Para empezar a invertir la situación dos requisitos me parecen imprescindibles:

Uno, no puede haber identificación de nacionalismo e independentismo (esté hoy minoritario pero cuyo fantasma sobrevive en un derecho de autodeterminación, formulado ritualmente y que aquí y ahora, en Galicia, carece de sentido. En este terreno toda claridad es poca. Estado gallego sí pero indisolublemente vinculado a los de las otras naciones de una federación plurinacional. Es estéril e incluso letal para los fines perseguidos la imitación de comunidades y países cuya situación política no tiene nada que ver con la nuestra.

Dos, un nacionalismo que aspire a la hegemonía no puede marginar al español, no considerarlo su lengua al lado del gallego. Hoy el español, lengua materna de gran parte de los gallegos, es tan nuestro como lo es de los paraguayos (en unión del Guaraní) o de los peruanos (en unión del quechua o el aimará) o de los vascos (con su Euskera) o de los argentinos. En puridad no hay un español, hay una gran variedad de españoles que vehiculan culturas muy diferentes. Nosotros hemos colonizado nuestro español (por influencia del gallego) en todos los ámbitos del idioma (fonético, léxico, sintáctico) enriquecimos también nuestro gallego desde el español.

Con ambos decimos nuestra cultura gallega y pertenecemos así a los conjuntos de los españoles y de los portugueses iberoamericanos.

Como vamos a mutilar a nuestras gentes, pidiéndoles en nombre de la nación que renuncien a una parte esencial de la riqueza que las constituye. ¿En nombre de qué nación? Al contrario, que digan sí a Galicia en la lengua de su más íntima instalación y que normalmente, por la semejanza lingüística, y según registros y tiempos, sonará en ambas melodías. De esta forma, solidarios y sin sectarismos veremos hacerse realidad la Galicia pensada por tantos, durante siglos.

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