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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El duelo

Así pues, y reconociendo -como otras veces- que cada cual puede hacer de su capa un sayo, y -dentro de la ley y los reglamentos-decidir lo que le plazca, no hay razón para dudar de que En Marea sale de su plenario de julio mucho peor que del anterior. Lo niega el señor Villares pero lo confirman las cifras: de más de dos mil convocados acudieron menos de quinientos, y de ellos apoyó al portavoz único y sus tesis una exigua mayoría de los presentes, que equivale a una enorme minoría de las bases.

Naturalmente, don Luís no comparte esa interpretación y niega que suponga una "fractura". Y por ahora tiene razón: la perderá cuando sus opositores den un paso mayor que el de Podemos y se alejen de la disciplina. Y algo puede haber porque el aún portavoz ya no niega la división, pero reduce su importancia a poco más que una desavenencia. Postura que, al menos en opinión personal de quien escribe, no demuestra más que la ingenuidad -si es posible eso en la vida pública- del señor juez en excedencia.

Con todo, y como ya advirtió Murphy, la cosa aún puede ir a peor. Porque si dentro rigen bastos, fuera -o sea, entre los electores- podrían cantarle las cuarenta a la primera. Porque aquí no se perdonan las disputas de ese tipo, y la historia lo tiene más que demostrado. Y además, porque del plenario de este sábado, aparte de la claridad con que discutieron los presentes, no se conoció ni un acuerdo programático común o, por mejor decir, ninguno que se le pueda mostrar al país y que convenza.

(Ante semejante lío, lo menos importante quizá -incluso malgré lui- es la espectacular voltereta del ya ex padrino del aún portavoz único. En otra circunstancia podría resultar especialmente significativo, pero en las actuales sólo implica el reconocimiento -tácito, eso sí, porque don Xosé Manuel no está para explícitos golpes de pecho- de su error cuando influyó para colocar en la cúspide a un neófito en el oficio que, además, aún cree en la fraternidad política. Pero Beiras es Beiras.)

Cuanto precede, y unas cuantas cosas más que podrían añadirse, permiten, desde el punto de vista de quien lo escribe, resumir diciendo que el plenario de En Marea sonó muchos más a funeral que a duelo. Alguno, más audaz, añadirá que la ceremonia fue de corpore insepulto, pero la reciente historia de la izquierda gallega demuestra, además de lo ya expuesto, que en el summum de la contradicción, no puede darse por difunto a nadie hasta que le hagan la autopsia. Pero la cosa tiene mala pinta.

O no?

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