"Yo no soy una opción". De esa forma, tan sobria y contundente, se expresaba Paul, el psiquiatra de In Treatment (HBO), cuando trataba de hacerle entender a su paciente -una chica joven llamada Laura- que ella, en realidad, no estaba (no podía estar) enamorada de él. Aquello tenía una explicación psicoanalítica fácilmente detectable que asimismo ha degenerado en el más insufrible de los clichés. Laura, cómodamente instalada en ese "lugar seguro" donde alguien escucha por fin con atención, padecía una "transferencia erótica" y, de ese modo, proyectaba en Paul sentimientos y fantasías de su pasado. Ese "falso enamoramiento" no era más que una ilusión que se había formado inconscientemente durante la terapia. No amaba a Paul sino a lo que Paul, por razones profesionales, estaba obligado a representar: un hombre inteligente, maduro (bastante más mayor que ella) y comprensivo, que no juzgará jamás ninguno de sus actos, por muy abominables que puedan parecer, ni perderá la paciencia cuando ella comience a expresar sus inseguridades.

Pero el psiquiatra no decía toda la verdad, pues él también creía estar enamorado de Laura (la contratransferencia). Y así se lo hizo saber a Gina, su propia psicoanalista y antigua mentora, quien le advirtió de las posibles consecuencias que tendría, tanto para su carrera como para su quebradizo matrimonio, cruzar esa delicada "frontera". "Puede ser el último amor de mi vida y lo voy a dejar escapar", dice Paul. In Treatment, que duró tres temporadas y cada episodio es literalmente una sesión psicoanalítica, puede ser una experiencia intensa para el espectador. Los personajes no son personas sino emociones. El arquetipo, en este caso, es un tipo de dolor reconocible. Dolor por una carencia sentimental (maltrato, ruptura, crisis matrimonial) o familiar (la muy freudiana omnipresencia del padre en la construcción emocional del individuo). Dolor por el miedo a descubrir lo que uno realmente siente (la resistencia a revivir el trauma y hallar el porqué de un comportamiento).

En la terapia se desarrolla un hiperrealismo que a veces hace que se confunda con la vida misma. El paciente actúa, en ocasiones de manera histriónica, para el psicoanalista. También contiene algo de metaficción. Se produce un pacto entre quien habla y quien escucha: conversar sobre lo que somos o creemos ser y analizar nuestros papeles en la gran tragicomedia. Theatrum Mundi. Laura espera ser rescatada, protegida, cuidada. Paul ve en ella la posibilidad de ser el héroe de todas las historias. Amarla, sí, pero también amarse a sí mismo por saber amarla. El hombre que conquista a la mujer hermosa y vulnerable que nadie supo entender y valorar como se merecía. Pero Laura es una ficción. El penúltimo romance de nuestras vidas. Aquel que siempre dejamos escapar.