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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

De El Santo a James Bond

Un viejo profesor de inglés que yo tuve, policía de profesión, me hacía traducir las novelas de Leslie Charteris en las que el personaje principal era Simon Templar, más conocido por el sobrenombre de El Santo. Por lo que acabé sabiendo, el profesor de inglés había ingresado en el cuerpo durante el periodo republicano y como no gozaba del todo de la confianza de sus jefes lo habían destinado al control de espectáculos, razón por la cual iba casi todos los días al cine en compañía de su mujer y por el verano al teatro cuando venían de gira las compañías con sede en Madrid.

Era una vida apacible, rutinaria y un tanto aburrida y, supongo que, para compensar la falta de emociones fuertes que son el "plato del día" de los de su oficio, se había aficionado a la novela negra y a personajes de ficción como El Santo. Un inglés -como lo describía Charteris- aristocrático, rico, culto y mujeriego, que se entretenía descubriendo enigmas que no sabía resolver la policía, además de ayudar a la pobre gente que se metía en problemas, como si fuera un Robin Hood moderno.

Las novelas de Charteris tuvieron mucho éxito en el mundo anglosajón, pero alcanzaron difusión universal cuando el principal protagonista de ellas pasó a ser el héroe de una larga serie de televisión que empezó rodándose en blanco y negro y acabó en color. En España fue ofrecida por la televisión única de la dictadura y la imagen sofisticada de un Simon Templar viajando en un Volvo de lujo con matrícula propia (STI ) y rodeado de bellas mujeres, contrastaba con la pobretería de medios de las series propias. Y en ese tiempo (década de los 60) fue cuando el público español conoció a su intérprete, Roger Moore, que acaba de morir en Suiza a los 93 años de edad. Un apuesto actor inglés que acabaría de hacerse todavía más famoso interpretando a otro personaje de ficción como James Bond, el archiconocido agente secreto con licencia para matar que ideó Ian Fleming.

Puestos frente a frente ambos personajes, hay que reconocer que el que sale de la imaginación de Charteris y el que debemos al numen de Fleming se parecen en algunos aspectos (sobre todo en su gusto por la buena vida) pero difieren en otros muy importantes. Simon Templar es un altruista elegante que resuelve los problemas con ingenio y sin recurrir a la violencia. James Bond, en cambio, es un asesino profesional amparado por el gobierno en razón de oscuras razones de Estado. Y su relación con las mujeres también es muy distinta. El Santo lleva con discreción el favor femenino; 007 es, a ojos vista, un machista explícito y sin disimulos.

Al decir de algunos cinéfilos, el mayor mérito interpretativo de Moore, cuando se hizo cargo del personaje de Bond, fue trasladar a la serie algunos rasgos que correspondían al carácter de Templar y hacer su figura menos agresiva. Por cierto que habría que preguntar a esos mismos cinéfilos si no aprecian un valor profético a una película de la serie Bond como fue Goldfinger (que interpretó Sean Connery). Ese antagonista obsesionado por el oro se parece demasiado a Donald Trump.

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