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Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El sentidiño

Tal como está el patio, y respetando cualquier otra opinión, no parece que puedan existir demasiadas dudas acerca del sentido común manifestado por el presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo cuando reclamaba mesura a los estibadores, en conflicto contra los cambios ordenados hace tiempo por la UE. Un club al que se puede o no pertenecer, pero en el que si se está, hace falta que se cumplan sus reglas -sobre todo si las avalan los Tribunales- y que se castigue con multas más que duras a quienes las desobedecen y, aún encima, se mantienen en rebeldía.

En este punto ya es hora de recordar que los estibadores españoles, aunque representados por diferentes centrales sindicales, siguen una misma táctica: buscar el mantenimiento de sus actuales condiciones hasta donde puedan llegar, pese a que pongan en riesgo el bien general del país y el suyo propio. Una huelga ahora, aplazada pero no desconvocada, puede provocar una fuga masiva de operaciones a puertos vecinos de Portugal, Francia etcétera, con las correspondientes pérdidas económicas, de empleo y de negocio. Y aún peor, que los que se vayan no vuelvan.

Acerca de tales cosas ha advertido el señor López Veiga, que en definitiva apeló a una virtud muy gallega pero bastante poco utilizada por algunos sindicatos, que es "el sentidiño". Y, aunque no lo dijo de forma expresa don Enrique, pareció lamentar la cierta soledad que en este asunto están causándole las fuerzas sociales, económicas y políticas de Galicia, a él y a los otros puertos afectados por el conflicto de la estiba. Y diríase que en plena necesidad de un apoyo decidido, los gobiernos municipales de Vigo, A Coruña o Ferrol juegan el papel de don Tancredo, y en la derecha, que está en la Xunta, hacen oídos sordos al riesgo a pesar de lo que les va en el envite. A ellos y al país.

Si es así, y parece que así es -aunque López Veiga habló con especial prudencia-, todos aquellos que dicen defender un status quo que muchos creen privilegiado, serán cómplices directos del daño que se le pueda causar a Galicia y a sus puertos de interés estatal, y a la vez quedarán desautorizados para criticar, y mucho menos condenar, futuros paros de controladores, pilotos o cualesquiera otras profesiones hasta ahora estigmatizadas desde gobiernos de izquierda como "elitistas" por esos supuestos defensores de "los más desfavorecidos".

El sentidiño, pues, que reclama don Enrique no sólo es necesario, sino también urgente y aplicable en el futuro a otras situaciones que en el fondo dejen al descubierto las contradicciones teóricas y prácticas de las prioridades, a pesar de que la presión de los que hacen el argumentario de algunos sindicatos, incluso de los llamados "de clase", sea muy fuerte. Ojalá que esta no sea una de ellas, y no haya que lamentar mañana el no haber sabido determinar con exactitud hoy dónde está la razón. Porque ese error le costaría muy caro a todos.

¿No??

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