Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

sol y sombra

Luis M. Alonso

La mejor respuesta

La mejor respuesta al populismo, que se nutre de desafectos y de indignación, es una salida airosa de la crisis que ha traído la desconfianza en las democracias liberales. Lo ha dicho el ministro de Educación y Cultura, y así es. Pero no basta una salida teórica del mal momento, basada en los enunciados y en las cifras macroeconómicas. La sensación de bienestar debe influir en la población en general, no en los sectores de siempre en particular. Los que se sienten desfavorecidos incorporan a su malestar la situación de ventaja que, a su juicio, viven las élites. Todo ello carga las escopetas de la demagogia.

El nuevo clasismo no invita a la dicotomía derecha e izquierda de toda la vida. Ha cocinado un caldo de cultivo aún peor entre los que están abajo en relación a los que se encuentran arriba. Arriba y abajo es el mensaje de Pablo Iglesias que se encargó de anticipar Marine Le Pen, en Francia, atrayendo hacia sí un buen porcentaje del voto obrero.

El ascenso de la ultraderecha lepenista de nuevo rostro y el paso atrás de la izquierda de Mélenchon en defensa de la República han hecho que esta vez, al contrario de lo que sucedió en las elecciones de 2002, la respuesta frente al neofascismo haya sido menos contundente que entonces. A los desfavorecidos indignados les da igual, en este inicio de siglo, la izquierda y la derecha; apoyan a las fuerzas que predican el asalto a las instituciones y la destrucción del sistema. Siguen a quienes acusan, no porque les propongan soluciones, sino por un sentimiento rabioso de sepultar lo que existe. En un mundo globalizado que les ha dado la espalda reclaman un sentido mayor de pertenencia, a veces muy peligroso.

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.