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Ceferino de Blas.

El sol que embriagó a Albert Einstein

Albert Einstein pasó dos veces por Vigo en 1925, aunque no pisó la ciudad

Albert Einstein pasó dos veces por Vigo, aunque no pisó la ciudad. Lo hizo el 9 de marzo de 1925, a la ida y el 26 de mayo, de regreso. Pero dejó un testimonio que es un reclamo turístico de primer orden. Describe arrobado la puesta de sol sobre el mar, desde el buque "Cap Polonio", que lo lleva de Hamburgo a Buenos Aires.

Era el segundo contacto con España, tras la recalada de 1923, de vuelta de Asia, en la que fue agasajado por intelectuales y autoridades.

Viajaba a Sudamérica a impartir un ciclo de 18 conferencias, entre otras ciudades, en Río, Buenos Aires y Montevideo.

En Bilbao, a donde arribó el día 8 de marzo, le aguardaba un comité de recepción de la naviera, pero no desembarcó. Tampoco lo haría en A Coruña ni Vigo. Solo descendió a tierra en Lisboa.

Este paso de Einstein por España apenas se menciona, aunque los periódicos vascos y algún diario madrileño le dedicaron cierta atención.

Lamentablemente su tránsito por Galicia, en marzo y mayo, pasó inadvertido cuando en Vigo se publicaban tres periódicos en plena competencia -FARO DE VIGO, "Galicia" y "El Pueblo Gallego" -, para los que la información marítima era primordial. Por lo que sorprende aún más este silencio, ya que los representantes locales de la naviera debían estar enterados de que uno de los pasajeros era el famoso Nobel de Física.

Aunque Sánchez Ron en sus libros -"Einstein esencial" y "Albert Einstein, su vida, su obra y su mundo"- refiere este viaje, quien mejor estudia su ir y venir por puertos españoles, en 1925, es el físico vasco Santiago Rementería, que aplica el ascua a su sardina.

Resucita una carta que Einstein escribió con matasellos de Bilbao en la que propone a la compañía Anschütz la aplicación práctica de la brújula giroscópica para su comercialización.

Es la demostración de que Einstein no solo era un sabio en las nubes, sino que le interesaba el mundo empresarial.

La carta que Rementería exhuma tiene más relación con Vigo que con Bilbao. Pero hasta que hace un par de semanas "Faro da Cultura" dedicó la portada a su paso por Vigo, nadie lo recordaba.

El "Cap Polonio" atraca en el puerto el día 9, procedente de A Coruña donde estuvo por la mañana. Llegó por la tarde a Vigo, donde embarcaron 48 pasajeros, 2 de primera, 3 de segunda y 43 de tercera, y salio para Lisboa.

Es a la vuelta de Sudamérica, cuando Einstein entabla conversación con uno de las pasajeros de primera que embarcó en Vigo, el geólogo e ingeniero, Dr. Karl Lehmann, cuya conversación incita la carta autógrafa del Nobel.

En Vigo, el "Cap Norte", vapor de la Hamburgo Sud-América, hizo escala la noche del 26 al 27 de mayo. Desembarcaron 300 pasajeros y 25 sacas de correspondencia, y embarcaron cuatro de primera clase y cuatro de tercera para Alemania.

Uno de ellos era Lehmann a quien Einstein ya conocía de Kiel, y con el que esa misma noche debió entablar conversación. La incógnita es ¿qué hacía en Vigo el ingeniero de Montes y Minas y geólogo que tanto interesó al Nobel?

Aparte el capitulo científico, que concierne a las gentes de la Universidad, interesa más la mirada de Einstein sobre la ciudad, a la que alude en sus "Diarios", el 9 de marzo.

Como buen alemán, amaba el sol. Y desde Bilbao había encontrado un tiempo excelente. Por eso subraya:

"Casi todo el día al sol. Por la tarde en Vigo, bahía rodeada de islas montañosas con fascinante poblacho con forma de pintoresca azotea. Riqueza de colores y puesta de sol en Vigo, incomparable. El sol del Sur embriaga".

Einstein hizo como Unamuno, cuando llegó al puerto camino del destierro, un año atrás: contempló Vigo desde el puente del barco.

Solo que el rector salmantino no dejó nada escrito sobre la ciudad, pero sí Albert Einstein, que quedó embriagado por la puesta de sol.

Es la misma impresión que causaba a Pardo Bazán, cuyas descripciones de los crepúsculos vigueses son inigualables.

Los buenos viajeros conocen que entre las excursiones más demandadas en los países exóticos están las puestas de sol. ¿No merece la pena invitar a los turistas a ver las que tanto impresionaron a Einstein y a la Pardo Bazán? Una sugerencia para los responsables de los folletos y guías de turismo.

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