Pues la verdad es que, dicho con cierto estupor, no parece razonable -sobre todo si se compara con la intensa propaganda electoral que en materia de cifras positivas protagonizó la Xunta-, que Galicia ocupe altos puestos en el ránking de comunidades de la que salen trabajadores para ganarse la vida. Según publicó este periódico con datos del Servicio Público de Empleo Estatal, en 2015 aumentó el éxodo un diez por ciento sobre el anterior. Y, la verdad, es mucha gente.
(No se trata de demonizar las estadísticas oficiales del Gobierno gallego, conste. Lo que ocurre es que los legos en la materia, que son la inmensa mayoría del ordinary people, no acaban de entender que si dos y dos son cuatro en aritmética, en economía dependa de la regla con que se mida. O dicho de otro modo, que mientras alguien afirma que el PIB crece más del 3%, los gallegos tengan que irse para mejorar su calidad de vida e incluso sus condiciones de trabajo.
Los sueldos ni se citan porque, lamentablemente, todos los indicadores coinciden en señalar que los que se pagan en este antiguo Reino están, en general, bastante por debajo de la media estatal. Y como eso significa, además, que las pensiones que se reciben en la jubilación son acordes a lo que se cobra, también son escasas se aplique la medida que se aplique.)
O sea, que dicho en román paladino, para una proporción notable de los habitantes de este país, Galicia no es precisamente el Bo Camiño a la hora de ganarse la vida. O al menos no para esos miles que se han marchado el año pasado y no encontraron en España -o en Alemania o en América, como marcaba la tradición migratoria-, pero sí en otro sitio, salarios y condiciones mejores.
Es probable que eso tenga una explicación razonable, e incluso que pueda compaginarse con el hecho de que a lo largo de septiembre, e incluso antes, se le dijo al personal de a pie que todo iba francamente bien, que las cuentas estaban cuadrando, que bajaban los impuestos y que en poco tiempo Galicia podría converger, sino con Europa, desde luego sí con el resto de España. Y la mayoría se lo creyó, al menos a juzgar por los resultados electorales. Por eso parece obligado que a la vista de lo que dice el SEPE, alguien debería explicarse aquí.
El más indicado, por supuesto, es el señor conselleiro de Economía, que para eso es el que da sus propias cifras y visa las de otros departamentos. Ocurre que el señor Conde -don Francisco-, de cuya capacidad no se duda, estará muy ocupado con la elaboración de los Presupuestos, dará pocas explicaciones. Y eso obligará a que lo haga el presidente.
¿No...?
