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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Parábola del dentista

Diez meses sin gobierno acaban de desembocar en una reducción histórica del paro, que bajó a niveles del año 2010 en el último trimestre. Si a esto se suma el fuerte crecimiento de la economía española durante ese período de interinidad, no queda sino concluir que el país va tanto mejor cuanto menos lo gobiernan. Y sin embargo, ahí tienen al Congreso, empeñado en elegir presidente con todas las de la ley a Mariano Rajoy, que acaso desempeñase más eficazmente su cargo cuando estaba en funciones.

Las últimas y felices cifras de la EPA revelan, en efecto, que cualquier nación puede funcionar sin problemas con el piloto automático puesto. Baste para confirmarlo el ejemplo de Bélgica, que gracias a sus 541 días de gobierno interino consiguió esquivar los recortes de la UE y mantuvo un notable grado de progreso en plena crisis.

Otro tanto sucede o al menos sucedía hasta ahora en España, donde la ausencia de un Consejo de Ministros con plenos poderes no ha impedido -sino todo lo contrario- que el país lidere las tasas de crecimiento de la zona euro.

Preocupados por ese dato que tal vez haga poco relevante e incluso perjudicial el trabajo de los políticos, los diputados del Congreso se afanan estos días en elegir un gobierno que ponga orden en tan descontrolado avance de las finanzas. Los indicadores económicos de estos meses de interinato hablan a favor del laissez faire, laissez passer que ilustra aquí y en Pekín las bondades del libre mercado; pero los parlamentarios no parecen estar por la labor de aceptar la evidencia.

Inasequibles a la elocuencia de las cifras, que ciertamente hablan por sí mismas, una mayoría de congresistas se dispone a elegir presidente a Rajoy. Lo harán en segunda vuelta y un poco como de tapadillo; pero van a hacerlo. Es decir: que volveremos a tener un gobierno con (casi) todas sus capacidades de mando.

Todo lo malo será que dentro de dos o tres meses la economía deje de crecer tanto como lo ha hecho desde el pasado diciembre; que el paro vuelva a subir y en general la recuperación de España pierda fuerza. En estos casos, nunca se sabe.

La única esperanza, si bien leve, reside en que el nuevo Consejo de Ministros va a gobernar con limitaciones que antes no tenía, aunque lo siga presidiendo el mismo Rajoy. Privado de la mayoría absoluta, el jefe del Gobierno conservador deberá acordar con la oposición los Presupuestos del Estado, junto a las grandes leyes e incluso los pequeños reglamentos. Mandará poco y bajo vigilancia, lo que probablemente equivalga a menos gobierno y por tanto redunde en una más saludable economía.

Tampoco es que vayan a cambiar mucho las cosas. La UE ya ha fijado en 5.500 millones la cuantía a reducir en los Presupuestos españoles de este año, con lo que Rajoy y sus opositores deberán limitarse a pactar de qué capítulos de gasto se cercenan las cantidades necesarias.

Todo irá bien, aunque ahora no lo parezca. Como en el chiste del dentista que sujetaba preventivamente los testículos del odontólogo, las dos partes procurarán no hacerse daño por la cuenta que les trae.

La oposición tiene en su mano la moción de censura, desde luego; pero Rajoy cuenta a su vez con la facultad de disolver las Cortes y convocar elecciones cuando le pete. Y al final, de lo que se trata aquí o en Grecia es de cumplir con los mandatos de Ángela Merkel. Lo único que queda es vestir bien al santo.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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