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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La disciplina

Entre los daños -ya se verá si son o no irreparables- que la gestión de Pedro Sánchez ha provocado en el PSOE, y aparte el más grave que es el de situar al partido al borde de una fractura, aparecen los colaterales, alguno de los cuales puede incidir, y hasta determinar si esa fractura se consuma y si es definitiva: la cuestión de la disciplina de voto en su grupo parlamentario. Asunto éste que no es nuevo, pero sí que tiene ahora un escenario distinto, por el posible número de afectados y sus probables consecuencias.

Desde un punto de vista teórico, en el momento en que la Constitución vigente establece el mandato no imperativo, resulta evidente que la disciplina de partido no obligaría a los diputados. Pero la práctica política incurre en contradicciones tales como la posibilidad de que se sancione al indisciplinado aunque lo proteja la Carta Magna, lo que haría inconstitucionales los castigos incluida la expulsión. Nada menos.

Una situación como esa choca de frente con la lógica, que indica que la inmensa mayoría de los representantes lo son porque acuden a elecciones en la lista de los partidos, salvo muy escasas excepciones. Y los cargos electos suelen ser casi siempre militantes, lo que les sitúa bajo los reglamentos internos correspondientes que a su vez, stricto sensu, estarían fuera de la Constitución en el tema del voto.

Todo ello, y unas cuantas cosas más que podrían argumentarse a todas las escalas del sistema, hacen aún más evidente de lo que ya estaba no sólo la necesaria y urgente reforma del sistema electoral, sino incluso de la propia Constitución, que tolera -quizá porque no haya habido aún recursos- tales contradicciones. Lo que nadie sabe es si quienes pueden pondrán o no manos a la obra.

Lo indiscutible ahora mismo es que si todos los diputados socialistas -entre ellos varios gallegos y hasta su gestora- que se han proclamado contrarios a votar la abstención que podría ordenar el comité federal en unos días, podrían ser expulsados, y aceptarlo o recurrir al más alto Tribunal del Estado. Y eso culminaría lo dicho; una fractura en el PSOE en el momento en que esa organización, y el país, precisan sosiego.

Queda dicho, como opinión personal, que los daños provocados por Sánchez son enormes. Y lo peor es que responden no a un argumentario sólido sino a la ausencia de lo que un parlamentario de finales del XIX llamo la "funesta manía" de pensar. Y el ya famoso "no es no" del ex secretario general socialista resulta todo un monumento a la irracionalidad a la vez que al fomento de la radicalidad. Mal testamento deja el dimitido dirigente a su partido, la verdad.

¿O no...?

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