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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El sainete

Una de las incógnitas más curiosas -e inquietantes- aún por despejar en el mundo de instrucciones judiciales, imputaciones investigaciones y -sobre todo- filtraciones, es qué ocurre cuando tras meses, o años, de poner en duda la honestidad de personas -o instituciones- al final resulta que son inocentes. Y, otra -incógnita- a quién pueden reclamar la fama perdida en un país donde el "por algo será" funciona ante una acusación mejor que la presunción de inocencia.

El vacío se extiende, por supuesto, a determinar las responsabilidades por el injusto destrozo causado. Y es verdad que el mero hecho de preguntarlo revela, en la práctica aunque quizá no en la teoría, fallos en el Estado de Derecho que aquí todos dicen respetar a rajatabla. Y hasta parece un acto de valor, sobre todo si la cuestión se plantea ante determinadas instancias cuyas iniciativas se revelan, a plazo, erróneas, poco justificadas y, algunas veces, sin las debidas garantías de objetividad e independencia.

Aunque, bastantes veces, las preguntas pueden servir de casi nada: hubo ya cuestiones clamorosas en las que después de meses, o más, de aparecer en los media -que son los instrumentos más eficaces que padecen los acusados y con que cuentan hoy en día ciertos acusadores-, los asuntos fueron sobreseídos y los afectados, en la práctica conminados a reclamar al maestro armero, en frase coloquial muy utilizada en estos tiempos tan turbulentos.

El caso hasta ahora más conocido era el de Rey, exalcalde de Ferrol: su voz se identificó por error durante meses como parte de un chalaneo sobre corrupción. Pero hace pocas horas se supo el del alcalde de Becerreá, Manuel Martínez, cuya imputación, ahora sobreseída, le costó la presidencia de la Diputación de Lugo a la que su partido, el PSOE, lo había propuesto tras una votación interna.

El affaire se complicó porque el BNG, aplicando a otros lo que no hizo en su propio grupo, exigió en base a su situación judicial, que se apartase a Martínez advirtiendo de que votaría contra su presidencia. Besteiro accedió al chantaje en una maniobra vergonzosa que favoreció la fugaz llegada al poder allí -como lista más votada- del PP aunque una posterior moción de censura apoyada por ese alcalde devolvió el cargo a la coalición.

El sainete aún no terminó; ahora resulta que el PSOE mantiene su idea de expulsar al alcalde de Becerreá por su terquedad en votar contra su socio, el BNG, que lo vetó sin causa, y ha convertido a Martínez en una especie de doctor Jekyll que defiende su derecho a la vez que, como míster Hyde, impide, la coyunda resultante de la melée postelectoral.

Es lo que hay, ¿no...?

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