El balance del primer período de gobierno socialista en Vilagarcía causa cierta frustración. Cierto que Varela dirige Ravella en minoría y que mucha culpa de la inacción la tienen los otros a la hora de poner trabas a todo cuanto se pone por delante. Pero casi un año de gestión no se justifica con el derribo de un edificio y reuniones de protocolo con los primeros que aparecen por la casa consistorial, llámese vías verdes, "esterqueiras" o conciertos del Eixo Atlántico.
Vilagarcía tiene que dejar de funcionar por impulsos. Los ciudadanos no le pagan al alcalde y a su séquito de concejales para que disfruten de las vistas a la plaza. Y ahora ya no es tiempo de cortesías porque las cosas están muy difíciles por ahí adelante con eso de las posibles elecciones anticipadas de junio.
La foto de Alberto y Paola presumiendo del desbloqueo de Patrimonio al proyecto de la plaza de abastos resulta bucólica. Se les ve radiantes de felicidad. Pero no deja de ser un éxito administrativo que corresponde a otros, es decir a los técnicos. A ellos es a quienes hay que felicitar por su trabajo y a la Dirección Xeral por alisar el camino para la primera inversión de esta nueva etapa de Vilagarcía.
La Corporación debe ponerse las pilas. En estos diez meses de recorrido son varios los concejales que cobran y solo han actuado para la galería, igual que los asesores a sueldo que tampoco dan justificaciones a nadie.
Y mientras tanto Vilagarcía sigue paralizada. Nada nuevo bajo el sol y los temas fundamentales siguen aletargados en algún cajón que nadie se digna a abrir.
¿Qué ocurre con el cuarto juzgado? ¿Qué con las autovías? ¿En qué ha quedado la promoción industrial y las ampliaciones de polígonos? ¿Por qué se permite que el Hospital do Salnés ofrezca solo servicios ordinarios? ¿Para cuándo una comisaría del rango que corresponde a Vilagarcía? ¿A qué se debe el silencio de la administración local sobre la falta de uso de unas vías para el tren de mercancías que han costado millones de euros y que ni siquiera se han estrenado? A cambio se van cerrando puertas y son muchos los que ya ni siquiera quieren llamar para que le abran, simplemente porque no les vale la pena.
