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Crónicas galantes

Ánxel Vence

El Frente de Pancho Villa

Veintitrés negociadores en representación de una docena de marcas políticas debatían ayer en el Congreso la formación del que bien podría ser el gobierno más multitudinario que se recuerde. Si finalmente se produce el acuerdo entre los partidos de la izquierda, no va a quedar otra que ampliar la sala del Consejo de Ministros.

Temen los conservadores más aprensivos que de ahí vaya a salir un nuevo Frente Popular, aunque la negociación solo evoque por el momento el avance de las tropas de Pancho Villa. Después de todo, "La cucaracha" que no podía caminar y llegó a ser el himno de las tropas de Villa fue, en su origen, una canción popular española que aludía a las pendencias entre moros y cristianos. Los villistas de México se limitaron a adaptarla, añadiéndole la marihuana de fumar y los guitarrones que le faltaban.

Reunir a más de veinte negociadores para la elaboración de un programa de gobierno ha de ser sin duda una ardua tarea. Con tantos chefs trabajando en la cocina, igual la receta se hace indigerible por exceso de ingredientes; pero el caso es meter cuchara en la olla.

La experiencia sugiere que, en estas situaciones, el objetivo común de alcanzar el poder allana por lo general las diferencias que pudiera haber entre las partes contratantes. Lo más difícil vendrá después, cuando haya que proceder al reparto de carteras y canonjías.

Por falta de postulantes no será, desde luego. Al PSOE e Izquierda Unida (que, como su nombre indica, une a varios), hay que sumar todavía a Podemos y a los valencianos de la coalición Compromís, integrada por tres formaciones. A su vez, el partido de Pablo Iglesias lleva la representación de En Marea, que agrupa a cuatro o cinco marcas más; y a los catalanes de En Comú-Podem, que aportan otras cinco agrupaciones.

Es de suponer que cada uno de esos numerosos participantes querrá incluir sus demandas particulares en el futuro pacto de gobierno. Los de Ada Colau, un suponer, exigen la celebración de un referéndum en Cataluña como requisito innegociable; pero algo pedirán también Compromís para Valencia y En Marea para Galicia. Todo lo malo será que unas demandas entren en conflicto con otras y, a mayores, el PSOE -que es el grupo minoritario dominante-, encuentre dificultades para atenderlas a un tiempo sin caer en contradicción.

La Historia, que se mueve por ciclos, nos ha devuelto a los tiempos fundacionales de la actual democracia en España. A las primeras elecciones de 1977 acudió en efecto toda una miríada de candidaturas que luego se irían decantando y fusionando por necesidades del mercado electoral.

Los tres partidos socialistas de entonces desembocaron en el PSOE de Felipe González, del mismo modo que la Federación de Alianza Popular y la Unión de Centro Democrático acabarían por reunirse en el Partido Popular, casa común -y casi única- de la derecha.

Aquel proceso de concentración bipartidista deja paso ahora a un movimiento centrífugo del que han nacido tantos partidos como los que hace cuatro décadas daban variedad y color al Congreso. Lo paradójico del asunto es que esa atomización obligue a las dispersas fuerzas de la izquierda a juntarse otra vez si quieren formar gobierno. Y no hay un Pancho Villa a mano para asesorar la negociación.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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