Está claro que O Grove no las tiene todas consigo. La decisión de Ribadumia de oponerse a la represa es demasiado significativa después de la advertencia de la Mancomunidade de que podría suspenderse el suministro a la península saliniense.
Cacabelos va a tener que empezar a mover ficha pues tiene la pelota en su tejado. Amenazar con abandonar el organismo porque el año que viene se queda sin un taller de hostelería parece una rabieta infantil si se compara con el perjuicio conque se amenaza a los vecinos.
A la advertencia de Gonzalo Durán de cerrar el grifo a O Grove se ha sumado la oposición radical del gobierno de Ribadumia a autorizar la represa del Umia de la que se nutre la turística isla de A Toxa.
Parece que todos han perdido un poco la cabeza. Los representantes políticos deberían tener otras formas de actuar porque la supresión de servicios básicos afecta sobre todo a personas, amén de a sus contrincantes, a sus rivales.
Hablar del agua es un tema mayor. Impedir dicho servicio ni es un reproche ni un simple castigo. Sería, a todas luces, una resolución injusta que todos saben lo que acarrea.
Ahora bien, en términos políticos puede parecer una justa respuesta a un berrinche por la pérdida de un centro de formación después de doce años en O Grove. Sin duda que Sanxenxo ha sabido pelearlo consciente de que en A Lanzada se había marginado a alumnos y profesores que ahora entrañan los mensajes mesiánicos y por qué no napoleónicos de "al enemigo ni agua".
