Uno de los ejemplos más evidentes -y recientes- de la múltiple moral que se practica aquí en los asuntos relacionados con la política es el de las llamadas "puertas giratorias". Otra de esas denuncias cuya autoría se apunta en falso Pablo Iglesias y su entorno creciente de papanatas jalean con la complicidad activa o pasiva de un amplio sector mediático a su servicio.

(Lo de la múltiple moral tiene estos días otro ejemplo -también en el lado izquierdo, pero menos radical en apariencia- que representa Pedro Sánchez. Más liviano que Iglesias, no osa patentar sus ocurrencias, pero a ellas se le podría aplicar aquello tan de Marx -Groucho- de que "esos son mis principios, pero si no le gustan, los cambio". Y es en estos sus posibles días antepresidenciales donde más a fondo se emplea para captar incautos criticando vetos que él mismo ha impuesto, negando "líneas rojas" que juró mantener y en general haciendo lo que afirmó que nunca haría.

Es un mal generalizado en el oficio, conste, casi una enfermedad profesional. Podrían contarse con los dedos de las manos, y sobrarían dedos, los cargos públicos que para llegar a donde están no han faltado alguna vez a su palabra. Y de momento no hay vacuna, entre otros motivos porque los que prometieron una "nueva política" han tardado horas en incumplir. Aleluya

Pero viene a cuento el largo introito por el citado último ejemplo de doblez de toda la tropa que estos días ocupa focos: el de las "puertas giratorias". Un modo de llamar a la costumbre de darle a los cargos que salen, por las razones que sean, otro puesto casi siempre mejor pagado que el anterior, en la pública o en la privada. O sea, lo que todos -pero Sánchez e Iglesias con mayor solemnidad- juraron eliminar.

Tardaron horas en quedar con las calzas al viento. Mientras negocian se supo que las exministras de Zapatero Salgado -Elena- y Jiménez -Trinidad- se van la primera a Pescanova y la segunda a Movistar. Antes lo habían hecho, a instituciones públicas, Leire Pajín y Bibiana Aído entre muchos otros sin que a la izquierda se le arrugue siquiera el cutis como -con razón- denuncia contra la derecha impasible.

Pero hay diferencias, porque no es lo mismo callar y hacerlo -tipo PP- que jurar que se acabará con eso para luego mirarlo, como los otros. Y peor aún la cínica explicación del aún aspirante a sucesor de Rajoy: "tienen derecho a trabajar para ganarse la vida", dijo con desfachatez supina. Para que luego establezcan, todos estos caraduras, cordones sanitarios, vetos maniqueos y líneas rojas o blanca. Y, encima, insistan en que no todos son iguales.

¿Eh...?