"La inteligencia es la capacidad para adaptarse al cambio" (Stephen Hawking)
Hoy en día el apellido "sostenible" se aplica hasta a las discotecas, usado hasta la nausea para enmarcarse en lo políticamente correcto. Sin embargo, el término viene del antiguo concepto de "Desarrollo Sostenible" que, como su propio nombre encerraba, primero debía haber avance, pero justo en la consideración equilibrada de tres factores: el social, el económico y el ambiental. Hace años que la Estrategia 2020 de la UE lanzó el nuevo concepto de "Crecimiento Inteligente", que tiene 5 objetivos: crear una bio-economía baja en carbono, proteger el medio ambiente mediante un uso eficiente de los recursos, la creación de empleo, el desarrollo de I+D con nuevas bio-tecnologías, mejorar la competitividad del entorno empresarial y lograr la integración social.
En el caso de Pontevedra y ENCE, los parámetros de análisis son los mismos. La parte ambiental queda cubierta al cumplir la factoría los rigurosos estándares exigibles por la normativa en vigor, aparte de su contribución al secuestro de carbono por las masas forestales que gestiona y a la generación de energía renovable, sustituyendo combustibles fósiles. En el conjunto económico, el mantenimiento de cientos de puestos de trabajo directos y miles indirectos, influyendo por capilaridad productiva en muchas comarcas gallegas, ofrece pocas incertidumbres. Y en el social, los 1,4 millones de m3 de madera anuales que devora esa fábrica supone, probablemente, la mayor transferencia de fondos urbanos hacia el sector primario, agonizante y carente de otras alternativas viables en los montes, (95 millones de euros y 178.000 jornales/año). En un paisaje donde la industria gallega acumula una pérdida de 50.000 empleos desde el 2009, pocas dudas caben que esta semana, miles de familias de los barrios periurbanos y del medio rural, habrán suspirado aliviadas al conocer la noticia.
Dado este escenario, y comprendiendo las diferentes sensibilidades que palpitan alrededor del hecho de la renovación de la concesión, cabrían dos posturas: empecinarse en el debate irresoluble y baldío, que durante décadas se ha enquistado sobre este tema, o adoptar una postura reflexiva, pasando página, y aceptando la situación de las piezas en el tablero de la realidad.
Consecuentemente, parecería razonable diseñar una estrategia de futuro que exigiera a ENCE que, además de mantener esos estándares ambientales, sociales y económicos, dinamizara con brío su implicación contextual. Para ello, junto con las autoridades locales, provinciales y regionales, impulsara la idea del actual rector de la Universidad de Vigo, es decir, la vertebración del polo forestal que ostenta esta ciudad, único en Europa, al contar en su seno con la Estación Fitopatológica de Areeiro, el Centro de Formación y Experimentación Forestal, el Centro de Investigaciones de Lourizán, el CSIC y la Escuela de Ingeniería Forestal. Así mismo, debería estimular a la capital y provincia para constituirse un pujante foco de innovación y desarrollo en el eje de la Bio-economía, siguiente revolución tras la de los chips de silicio. Para ello, se cuenta con el Campus CreaS2i pontevedrés, sede de un núcleo de creatividad sin modelo equiparable en Galicia. Además, empresa y entidades deberían ocupar el nicho ecológico vacío de la extensión forestal, formando a los productores particulares y montes vecinales, promoviendo una selvicultura digna de llamarse como tal. Por último, sería aconsejable cerrar el ciclo de la pasta de celulosa, completando el eslabón que nos falta en la cadena de transformación, para dejar de exportar materia prima y de importar los productos elaborados de alto valor añadido, generando más empleo, competitividad, uso eficiente de los recursos naturales y crecimiento inteligente.
Se estima que podría ser una idea de adaptación positiva.
*Director de la Escuela de Ingeniería Forestal de Pontevedra
