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Ceferino de Blas.

Un nuevo periodismo

Un nuevo periodismo viene de América, pero no del norte sino del sur. Los innovadores ya no son Truman Capote o Tom Wolfe, a quienes los profesionales seguían con pasión hace unas décadas. El inventor lleva carné de identidad hispano, y responde al nombre de Martín Caparrós.

Después de años en el oficio, curtido en el noticierismo bonaerense, de viajar por el mundo, con recaladas en París y Madrid, observar y reflexionar sobre la profesión, acaba de publicar el libro que resume las ideas sobre la innovadora forma de pergeñar las informaciones. Lo titula "Lacrónica", así, todo junto, y es el manual que sustituye "El nuevo periodismo" de Wolfe.

Porque este maestro en los talleres de la Fundación Nuevo Periodismo, creada por Gabriel García Márquez, le ha dado una vuelta a las pautas del oficio.

De entrada, el nuevo periodismo descalifica una de las prescripciones de los libros de estilo de las redacciones: la pirámide invertida. Es decir, contar en las primeras líneas todo lo que hay que decir, para que el lector con prisa se entere de un vistazo. Caparrós, por contra, quiere que el lector-lector lo lea todo, párrafo a párrafo.

En el medio está la creatividad. Es falso el axioma de que el reportero no debe interferir con apreciaciones que comenten la noticia. Por tanto, hay que desterrar el periodismo aséptico, deshuesado, que cuenta solo aquello que ocurrió, sin adjetivos y utilizando los verbos más comunes, ayuno de subjetividad para que sea el lector quien saque las conclusiones con los datos que se aportan.

Frente a esta imposición informativa monda y descarnada, de sujeto, verbo y complemento, caben las impresiones y un toque de poesía para desburocratizar el lenguaje.

Como remate, Caparrós ha enviado al cuerno a las seis "W" que caracterizaban el periodismo americano: qué, quién, cómo cuándo, dónde y por qué. Sepultó en los archivos el canon que proclama que una noticia no está completa ni bien redactada si no da respuesta a esos interrogantes.

El nuevo periodismo solo se queda con el cómo. Es decir, parte del supuesto de que el lector de periódicos ya está enterado por la inmediatez de la información, y cuando se adentra en la lectura, no busca preferentemente la noticia que ya conoce sino el cómo. De ahí que el periodista debe plantearse cómo se articula y estructura el relato, cómo arranca y termina, cuántos adjetivos y verbos se introducen en la narración... Es lo que marca la diferencia con el antiguo periodismo.

La nueva forma de hacer la recuperan los cronistas, un oficio escasamente valorado que en las redacciones americanas ocupaba el último escalón de la cadena. Lo desempeñan los jóvenes redactores que salen a la calle en busca de noticias que redactan los sénior. Por eso se diferenciaban los periodistas de mesa y los de calle.

En el nuevo periodismo el cronista es el que lleva la voz cantante, porque es quien consigue la información que interesa a la gente, sea del género y temática que sea -deportiva, policial, cultural, gastronómica- y puede contarlo como mejor considere.

No es extraño que sean sudamericanos los que reaviven el viejo oficio de los cronistas. Fueron los que acompañaban a los descubridores españoles quienes relataron con tanta viveza las conquistas del nuevo mundo.

Releer, por ejemplo, la conquista de México, contada por Bernal Díaz del Castillo, los relatos de Bartolomé de las Casas o Gonzalo Fernández de Oviedo, es reencontrarse con el mejor reporterismo, que tendría perfecta cabida en el nuevo periodismo de Martín Caparrós.

Como todo lo que se presenta con el calificativo de nuevo, porque lleva intrínseca su destrucción, no es posible predecir cuánto tiempo tiene de vida esta forma de contar las historias cotidianas que lanza Martín Caparrós.

Lo cierto es que con las modernas tecnologías que facilitan la instantaneidad informativa, el conocimiento de lo que ocurre mientras ocurre, el periodismo escrito está obligado a renovarse constantemente para responder a los retos que le salen al paso.

Es con la calidad y el rigor informativos, que no se pueden desligar de los conceptos éticos y deontológicos necesarios, con los que prevalecerá y cumplirá su función. Sea al modo de las pautas que aporta "Lacronica", que definen un nuevo periodismo, sea con las que vayan apareciendo. Porque el relato periodístico necesita reciclarse en todo momento para no morir.

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