Panorámica de Vigo desde la ría // Marta G. Brea

Sobre Vigo se ha escrito en abundancia. Desde que en 1848 Nicolás Taboada Leal publicó su primera Historia, no han dejado de editarse tratados y reflexiones, parciales o globales, sobre la ciudad.

El libro del historiador Juan Miguel González, "Bibliografía básica sobre la historia de Vigo" (2013), recopila casi medio millar de títulos. Sin contar los artículos.

De esta amalgama de estudios e interpretaciones, pueden extraerse dos posturas antitéticas: Vigo sin problema o Vigo como problema. Aunque la verdad siempre está en el medio.

Con la intención de comprender mejor a la ciudad, traemos a colación dos artículos de épocas diferentes y escritos por vigueses de distinta formación. Uno es del abogado y secretario municipal, Manuel Olivié, "Ayer, hoy y mañana de Vigo", publicado en el Catálogo de P.P.K.O, de 1922, y el otro del profesor y filósofo Arturo Leyte, "Vigo: pasado, presente y futuro", aparecido en estas páginas en 2002.

Los dos apelan a la historia para interpretar la ciudad, que como un ser vivo forma un todo continuo, porque para comprender lo que es y pretende ser, se precisa conocer lo que ha sido.

Paradójicamente ha anidado el tópico -uno más de los que circulan sobre Vigo- de que no tiene memoria. Imputación que desmontan los quinientos libros que se han escrito sobre este pueblo y lo que oculta su suelo: un exuberante pasado castreño y romano.

Pero si es bueno y necesario rescatar el ayer y valorizarlo, importa aún más el futuro. Olivié consideraba que hacer de Vigo una gran urbe, en explosión, al estilo de Chicago, era una locura, y proponía, como su amigo Antonio Palacios, crear la ciudad jardín, basada en el único factor del trabajo de sus hijos, y de producción lenta. Soñaba una metrópoli recoleta y proporcionada, en un vergel.

Ese sueño imposible, que habría arrollado el desarrollismo de los sesenta, sólo ha sido parcialmente frustrado. Porque la ciudad, que ha quintuplicado su población, sigue siendo periurbana y sólo en contadas zonas, amazacotada. La extensión y configuración parroquial, y las viviendas unifamiliares que salpican laderas y llanos en torno al casco urbanizado preservan su antiguo estilo. Vigo es habitable y se ha asentado.

Arturo Leyte recurre a lo que llama el segundo tópico sobre Vigo, de que no tiene "centro", para trocarlo en positivo. Eso la convierte en ciudad postmoderna -hija de Nueva York- con múltiples centros, de forma más parecida a una red, a la red marinera de la que nació, que al modelo de ciudad clásica que nunca llegó a ser. La manera de domesticar el aparente desorden pasa por articular una red de transporte vertebradora, rescatando el sentido que tuvieron los antiguos tranvías.

Propone un centro singular que se corresponda con la excentricidad de Vigo: la línea de costa que desde las playas del Oeste llega a los límites de Redondela. Igual que los ríos vertebran las antiguas ciudades europeas.

El decálogo de la ciudad

A lo largo de los tres artículos en los que reflexionamos sobre Vigo, "una ciudad muy especial", han quedado expuestas diversas dimensiones de la misma. ¿Cómo es, cómo se la percibe desde fuera y cómo se la enjuicia, cuáles son sus valores y peculiaridades, y finalmente, que han aportado los vigueses no nacidos en la ciudad, que durante más de un siglo han superado en número a los nativos?

Para completar la tetralogía, y a modo de resumen, proponemos un decálogo para entender cómo es Vigo y los vigueses. Trata de dar respuesta a las preguntas que se haría un forastero.

CIVIL. No es administrativa ni levítica ni castrense: la más remarcada característica de la ciudad es su potente sociedad civil. Se patentiza en una antigua petición de los vigueses, cansados de que las Administraciones no les atendieran, que les dejasen hacer, sin interferencias. Si no les ayudaban, al menos que no les obstaculizasen. La conciencia de que todo lo que se ha hecho en Vigo se debe a la inteligencia y esfuerzo de sus habitantes es una percepción colectiva.

TRABAJADORA. Todos los autores, empezando por Manuel Olivié, que basa el futuro de la ciudad en el factor del trabajo, insisten en esta especificidad. Incluso tiene que defenderse de los que lo ven como negativo: "se tilda a Vigo de pueblo material, mecánico, apto para el trabajo, pero inadaptable a las sutilezas espirituales". Otro de los tópicos descalificadores sobre la ciudad que desmiente su gran bagaje cultural.

MARÍTIMA. Vigo es el mar. El que cantan Martín Codax y los poetas medievales de la ría, y el del puerto, que unánimemente es considerado el pilar fundamental de su economía. La cenefa marítima donde se asienta pergeña una inconfundible silueta (línea del cielo), en el entorno de un paisaje inigualable.

COSMOPOLITA. ¿Puede una ciudad ser, verdaderamente, cosmopolita, sin perder su tipo, su carácter, su condición, su temperamento racial, autóctono, moldeado por la Geografía y por la Historia? Puede serlo. Y una prueba de ello es Vigo, dispuesta siempre a recibir cuanto el vasto mundo crea y pone en acción. Así se la interpreta, y así la ven cuantos autores tratan de ella.

INTEGRADORA. Al ser una población hecha de sucesivos aluviones, por ser industrial y comercial, receptora de gentes que llegan a establecerse desde la segunda mitad del siglo XIX, se le planteó el problema de la convivencia y la integración. Y lo resolvió adecuadamente. Vigo no sería la sociedad que es si no hubiera integrado a los foráneos, que fueron magníficos alcaldes, grandes empresarios, historiadores, escritores, profesionales liberales.

TRADICIONAL Y MODERNA. En el más bello artículo dedicado a la procesión del Cristo de la Victoria, Emilia Pardo Bazán, afirma que Vigo es la perfecta amalgama de tradición y modernidad. Su carácter emprendedor y afán de desarrollo no es óbice para que sea el escenario de la mayor manifestación religiosa de Galicia. Y que el Cristo congregue a creyentes y a los que no lo son.

INDIVIDUALISTA. No todo son virtudes. Cao Cordido afirma: "si algún defecto se puede imputar a los vigueses es su fiero individualismo". Defecto que, en ocasiones, se traduce en positividad a la hora de acometer empresas, pero otras veces resulta perjudicial para los intereses ciudadanos. Un ejemplo es la tradicional rivalidad entre Puerto y Concello. Y la frecuente aparición de grupos "opositores" de iniciativas que se proponen.

HIPERCRÍTICA (autocrítica). A diferencia de otros pueblos presuntuosos, Vigo es autocrítico. Y a veces incide en el defecto de pasarse en el juicio, por lo que el efecto catártico del espíritu crítico, que sirve para corregir errores, no se produce. Puede conducir al desencanto. Pero ese rigor y exigencia al valorar lo propio es garantía de fiabilidad.

CELTISTA. El fútbol llegó pronto a Vigo. Tal vez fue la población española donde primero lo practicaron los ingleses. Y caló hasta convertirse en la gran afición de los vigueses. Surgieron dos equipos, Vigo y Fortuna, que durante dos décadas compitieron entre sí. Pero en un rasgo de sensatez y generosidad, en los años veinte se fusionaron, y nació el Celta. Surgió como el gran símbolo aglutinante, que capta el sentimiento y la la pasión de los vigueses.

FARISTA. Todo pueblo necesita un libro que recoja su historia, genere fiabilidad y marque las pautas de actuación a la gente. Vigo lo tiene. Ese libro, a modo de biblia ciudadana, que acompaña a los vigueses desde 1853 y ha ayudado a conformar el viguismo, se llama Faro de Vigo. Es su memoria y su compañía. Por eso, como el Cristo de la Victoria, el Celta y el árbol del olivo, es otro de sus símbolos.