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OPINIÓN

La hora de la leche

Llegó la hora de la leche. Es tiempo de que los ganaderos desempeñen su trabajo en condiciones justas. Una cosa es el libre mercado y otra, la ley de la selva. Los productores de leche no pueden permitirse el lujo de seguir viviendo en la incertidumbre de saber cuanto cobrarán por lo que ya han vendido. Las masivas movilizaciones de las últimas semanas han conseguido arrancar compromisos a las administraciones públicas (estatal y autonómica) en el sentido de hacer lo que "legalmente sea posible" por dignificar el precio de la leche y, con él, el trabajo de quienes la producen. Ahora toca cumplir la palabra empeñada, y esperamos que así sea, por el bien de Galicia y de unas comarcas como las nuestras de Deza y Tabeirós-Terra de Montes en donde las ubres de las vacas siguen siendo imprescindibles para mover la economía. No podemos permitirnos el lujo de ver como se desangra un sector crucial para el latido económico del noreste pontevedrés.

Los precios tienen que garantizar la viabilidad de las explotaciones y la recogida de la leche. Si hace unos meses decíamos que los 30 céntimos de euro que, de media, se pagaban en Galicia por litro de leche en origen no cubrían ni los costes de producción, ni decir tiene que los 26 o 27 céntimos que ingresan actualmente la mayor parte de nuestras explotaciones suponen ahondar en las pérdidas. La barrera que marca la rentabilidad lleva tiempo establecida en torno a los 35 céntimos, según estudios realizados por las organizaciones profesionales en los últimos años. No es de recibo que, en pleno siglo XXI y después de la modernización acometida en las granjas, se mantenga en vigor un sistema decimonónico que impide a los productores saber cuanto van a percibir por su leche. Los contratos tienen que aplicarse con rigor y garantías, incluida la permanencia en el tiempo, para las dos partes, no solo para la industria.

El ruido de los tractores parece haber despertado un movimiento de solidaridad con el agro que tampoco puede desperdiciarse. Es la hora de reivindicar lo nuestro, el producto propio y de apoyar las apuestas por la transformación industrial y todas las que dejen en casa un valor añadido que lleva mucho tiempo siendo golosina de la gran distribución. Los ganaderos tienen que seguir exhibiendo músculo. Lo hicieron en su masiva manifestación en Santiago y, al no aceptar los acuerdos propuestos por la administración, han optado por bloquear a la industria.Su lucha, es la de todos.

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