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¡Ay aquel chocolate con churros!

Estamos inmersos en la temporada de las denominadas "primeras comuniones" y, cada año por estas fechas, se repite la misma historia: celebración a base de banquetazos a cual más costoso, y regalos a mogollón para los niños y niñas que se pasan la celebracion eucarística más pendientes de los paquetes que tienen sus familiares en la mano que de lo que realmente les tiene allí. Está muy bien que las familias celebren cosas a lo largo de la vida y que la de la primera comunión de un chiquillo sea una ocasión para ello pero es hora de reflexionar si las cosas se hacen bien en el sentido religioso que, en definitiva es el eje de la celebración. Cada familia puede hacer lo que le parezca, es cierto, y echar la casa por la ventana, como suele decirse, aunque algunas hasta sobrepasan la línea roja de sus posibilidades. La alegría siempre es buena y si aglutina la felicidad familiar, mejor, pero los católicos que no sienten vergüenza de serlo, deben dar a cada cosa la importancia que tiene y la primera comunión es principalmente, una fiesta religiosa con específico significado. ¡Ay qué felices éramos con aquel chocolate con churros que nos hacían los catequistas para todos igual!. Y eso que no nos regalaban siete móviles, como ahora.

¿puerto seco?

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