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La Gioconda, mejor en foto

La mejor manera de disfrutar la Gioconda es descargar una imagen de gran formato por Internet y leer al respecto, que literatura no falta. O comprar un póster de calidad en el propio Museo del Louvre, colgarlo en casa y dedicar horas a su contemplación. Pero, desde luego, el mejor disfrute del cuadro de Leonardo no pasa por su sala del Louvre, excepto si alguien del museo nos permite acceder cuando no hay nadie y saltar la valla que mantiene a los visitantes a una distancia de varios metros que no permite más que una visión aproximada, distorsionada por los reflejos de las luces en el cristal protector y agobiada por decenas de personas que se acumulan para hacerse fotos ante el icono renacentista y dejar constancia de que "estuvimos allí", como estuvieron en la torre Eiffel, los Bateaux Mouches y el Puente de los Candados (en francés, Pont des Arts).

Poco que ver con el interés por la historia del arte en general y por Leonardo en particular, ya que si este fuera el motivo, se aglomerarían alrededor de "La Virgen, el Niño y Santa Ana" o el San Juan Bautista situados en el pasillo de al lado. Pero solamente algunos individuos y los grupos con guía experto se detienen largamente ante ellas. Les ocurre algo parecido a los maravillosos frescos de Rafael en las estancias de los Museos Vaticanos que llevan su nombre, y que forman parte del itinerario para llegar a la Capilla Sixtina. La mayoría de visitantes les dedican como mucho una mirada distraída, y es una suerte, porque en otro caso se formarían unos embotellamientos irresolubles, considerando el volumen del tráfico.

En la actualidad, cualquier día del año en la Sixtina no cabe un alfiler, y los guardias se empeñan inútilmente en gritar un "¡no foto!" que nadie atiende, porque es una de las diez fotos imprescindibles de una visita turística a Roma. Estos guardias han mostrado su inquietud ante la noticia de que nuevos sistemas de ventilación permitirían aumentar hasta dos mil las personas que podrían acumularse sin que el carbono emitido por su respiración amenazara los frescos.

Dos mil personas en 600 metros cuadrados es una locura. Y como en el caso de la Gioconda, para disfrutar de los frescos de la Creación o del Juicio Final es mejor comprar buenas reproducciones y libros expertos en los propios museos o en librerías especializadas, porque la aglomeración y las condiciones de luz natural no facilitan el disfrute.

Aunque en ambos casos la experiencia de estar allí, ante el original, con todos los inconvenientes que se quieran, produce sin duda una emoción perdurable.

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