Albert Camus dijo que todo lo que sabía acerca de la moral y el comportamiento de los hombres se lo debía al fútbol. Me espanta pensar que algunos espectadores deban a programas como "Supervivientes" (Telecinco) todo lo que saben acerca de la moral y el comportamiento de los hombres. Si el cristianismo es platonismo para las masas, como sentenció Schopenhauer, el "supervivientismo" no puede ser ética para las masas, entre otras cosas porque Jorge Javier Vázquez no es Platón, las expulsiones de "Supervivientes" no encierran ninguna lección moral, los conflictos entre los concursantes de "Supervivientes" no llegan ni a la suela de los zapatos de los de una reunión de una comunidad de vecinos cualquiera, y los debates son tan artificiales como las pestañas de Tatiana Delgado según Oriana Marzoli. ¡Ah, los debates!

Si un debate sobre la jornada de Liga en "El chiringuito de jugones" (Nitro) puede convertirse en un análisis de los vómitos de Tomás Roncero, por ejemplo, un debate sobre la jornada de "Supervivientes" se transforma siempre en un ridículo paripé de groserías, sandeces y absoluta falta de educación. ¿Qué podemos aprender del enfrentamiento entre Tatiana y Oriana? ¿Qué lección podemos sacar de esos gritos, esos gestos amenazantes y esos insultos? La única enseñanza, la única lección que encierran los debates de "Supervivientes" es que Gregorio de Nisa tenía razón cuando, ya en el siglo IV, decía que los hombres nunca habrían disfrutado del privilegio del lenguaje si los labios hubieran tenido que asumir la pesada carga de la alimentación, pero las manos se han encargado de esta tarea para dejar libre la boca. Lo que sale de la boca de los tertulianos de "Supervivientes" es la prueba de la enorme capacidad manual del ser humano. La mano del hombre ha conseguido que los labios sean libres para recitar poesía, describir las leyes del universo, hablar de fútbol e incluso despellejar en público a un concursante de un programa televisivo. Sin las manos, la poesía, la ciencia, el fútbol y los gritos de Tatiana Delgado en el debate de "Supervivientes" habrían sido imposibles. La educación para la ciudadanía, pues, debe empezar por las manos para entender que vivir en la poesía, la ciencia o el fútbol es mucho más interesante que sobrevivir en un debate televisivo o en una isla de Honduras.