La llegada de Beppe Grillo al primer plano de la política italiana con el Movimiento Cinque Stelle parecía que iba a revolucionar un sistema anquilosado y profundamente corrupto e inaugurar un nuevo modo de hacer política.

Sin embargo, el cómico italiano ha dado muestras en el tiempo que lleva al frente de ese movimiento un espíritu centralista y aun despótico que no tolera ninguna disidencia y que desmiente el carácter democrático que pretendía atribuirse.

Quien mejor ha analizado el fenómeno tal vez sea el filósofo y analista político de ese país Massimo Cacciari, que considera letal el recurso a lo que, en alusión a internet, llama "ideologías de democracia directa condimentadas con la salsa web".

En la concepción que Grillo parece tener de la democracia, los partidos son instrumentos de mediación política ya obsoletos y solo existe el Movimiento, en el que todos los ciudadanos son iguales, "puros individuos al margen de cualquier pertenencia".

Pero, argumenta el filósofo y exalcalde de Venecia, el Movimiento necesita también una dirección, necesita de un jefe que sea quien la fije y que no admite su articulación en corrientes más o menos autónomas con sus propios cabezas de fila.

De ahí sus continuas apelaciones plebiscitarias "al pueblo de las redes" o "al pueblo en la red", capaces de compensar al menos hasta cierto punto "la rigidez centralista del principio del jefe".

Cacciari va más lejos y señala que en la disolución, que califica de "catastrófica", de las formas tradicionales de organización y dirección política, se ha hecho excesivo hincapié en el fenómeno de la personalización del liderazgo. Piénsese por ejemplo en el fenómeno Berlusconi.

Pero "la liquidación de la forma-partido" se debe sobre todo a la idea de un público "en estado líquido, si no gaseoso", es producto de esa idea de sociedad, en la que se considera que las posibles diferencias que puedan existir en su interior tienden siempre al grado cero.

Al no existir ya ningún tipo de articulación, la pregunta lógica es por qué no podría cualquier ciudadano participar directamente en la elección de los diputados y dirigentes de cualquier formación política.

Las primarias no serían ya simple elemento de un sistema electoral claramente estructurado. Las nuevas ideologías que Cacciari llama "movimentiste", en alusión al Movimiento 5 Stelle, desearían que aquellas fuesen "totalmente abiertas".

Pero cuando todos deciden, finalmente nadie decide; cualquier producto sirve con tal de que venda, cualquier palabra funciona con tal de que convenza.

Es una peligrosa tendencia a la que se refería otro italiano en una reciente entrevista, el gran actor de cine y de teatro Toni Servillo, conocido entre nosotros sobre todo por el filme "La Gran Belleza".

Servillo defendía la ideología como "algo de lo que no hay que avergonzarse ni que paralice la libertad de pensamiento" y echaba en falta la existencia de partidos que pudiesen "dar una orientación ideológica, moral a la acción política".

Y explicaba algo que debería estar cada vez más claro: la razón por la que tal vez muchos no logren entender las decisiones de la política es porque esas no se toman en el mundo de la política, sino que obedecen a los "intereses del tablero económico" de las grandes empresas.

Y esto ocurre cuando el ciudadano, que ha dejado en muchos casos de leer periódicos que le ayudaban a articular su visión del mundo y que cree estar informado por la existencia de internet, está de hecho cada vez más manipulado por unos poderes que tratan de convertir en superflua, casi ornamental, toda decisión política.