En un cuento de la Grecia clásica, unos marineros desembarcaron en una isla donde los habitantes les dieron comida gratis. Cuanto más comían más hambre tenían, pero la pitanza no cesaba. Hasta que estuvieron lo bastante gordos para ser ellos mismos la cena de sus anfitriones. Conclusión: no te fíes de la comida gratis, porque nadie excepto tu madre te alimentará indefinidamente sin esperar un provecho a cambio.

El gratis total del mundo digital nos alimenta gratis para aprovecharse de nosotros. No nos devoran como a aquellos marineros, pero nos ordeñan como a las vacas estabuladas. O nos capturan para ponernos a la venta. El gratis es un anzuelo para pescar nuestra atención, y cuando la tienen en el cesto la sacan al mercado.

Durante dos siglos el modelo de negocio de la prensa ha sido el de la doble venta: vendía historias a los lectores, y lectores a los anunciantes. La radio y la televisión, y más tarde la prensa gratuita, eliminaron la primera parte del esquema: los contenidos eran gratis, y todo el negocio se resumía y se resume en vender audiencia a las centrales de publicidad.

El mundo digital ha dado un paso más: a cambio de una cantidad inimaginable de servicios, cedemos nuestra personalidad e incluso nuestra privacidad para que mercadeen con ellas. Correo electrónico, mensajería instantánea, las últimas noticias del mundo entero, juegos y entretenimiento, libros y periódicos, vídeos y música, saberes enciclopédicos y nalgas siliconadas, blogs y microblogs, confesiones y revoluciones, todo al alcance de la mano por el precio de la línea ADSL, o menos aún si sabes dónde buscar zonas wifi públicas. ¡Gratuidad sin límites! Pero cada vez que aprovechas la maravilla, en algún lugar una máquina está tomando nota y añade renglones a una ficha que lo dice todo de ti: edad, sexo, religión, poder adquisitivo, decantación ideológica, gustos, aspiraciones, aficiones, fobias, amistades, conocimientos, antecedentes, anécdotas confesables e inconfesables.

Que cuando entras en una web de poesía te salgan anuncios de viajes a tu último destino turístico es solo la punta del iceberg. Los de Método 3 eran unos torpes chapuceros que iban por el mundo con tecnologías del Superagente 86. Seguro que en los grandes ordenadores del todo gratis hay mucha más información sobre cualquiera de sus espiados. Un Mefistófeles en americana y tejanos posee los derechos comerciales sobre nuestras almas; se las vendimos al clicar en la casilla de "acepto las condiciones".