Sería más económico, sobre todo desde el punto de vista de las emociones, jugarse el Debate sobre el Estado de la Nación a los chinos, incluso a cara o cruz, que apostarlo a ver quién miente con más estilo o maneja con más habilidad una retórica de todo a cien. Nuestro descenso a los infiernos incluye, en fin, esta ceremonia en la que los políticos aparcan durante un par de días la realidad para ofrecernos un espectáculo que ni siquiera tiene gracia. Imaginen a un contribuyente que vive en el 3ºB de cualquier piso de cualquier localidad española, atento a esos discursos que influyen sobre su vida lo mismo que el aleteo de una mosca detrás de los visillos. En los dos casos se trata de un zumbido adormecedor. Quizá de eso se trata, de que nos durmamos.

La expresión "Debate sobre el Estado de la Nación" es de una grandilocuencia que sobrecoge. Supone uno que el debate tendrá el tamaño de la Nación, o que estará a la altura de sus problemas. Pero supone uno mal, porque si lo escucha asomado a la ventana, comprueba enseguida que no hay relación alguna entre la nación y lo que se dice de ella.

-A ver si sintonizaste mal la radio y has escuchado el Debate sobre el Estado de la Nación de Marte.

-Pues no me extrañaría porque a veces daban la impresión de hablar en otro idioma.

Hablábamos de jugarse el Debate a los chinos o a cara cruz, lo que quizá pueda parecer degradarlo en exceso. De acuerdo, que se lo jueguen entonces al ajedrez, que da más pisto. Decía, por cierto, Elías Canetti del ajedrez que era un juego inteligente y superficial. ¿Se puede ser inteligente y superficial al mismo tiempo? Desde luego que sí. En esa contradicción posible estriba gran parte de nuestra desgracia. Tanto Rajoy como Rubalcaba estuvieron inteligentes, pero superficiales; por lo general, más lo segundo que lo primero. Y es que no les quedaba otro remedio que apoyarse mutuamente fingiendo ponerse la zancadilla de manera recíproca. No pueden tolerar que se vaya al cuerno el invento del bipartidismo, del que viven. Por eso muchos analistas han hablado también de esgrima parlamentaria: otro juego inteligente y superficial. Mejor a los chinos.