Así que, apagados –hasta la próxima vez– los ecos del lío que sobre el AVE gallego organizaron un par de idiotas con silla en el PSOE andaluz y en la catalana CiU, quizá no estuviesen de más un par de reflexiones. Especialmente para que nadie piense, aquí que todo el monte es orégano y que la cosa está hecha, porque ya advirtió un cronista especializado en esos menesteres que hasta el rabo todo es toro.

En este punto será útil advertir que lo que se deja dicho no obedece a malos pensamientos o recelos infundados. La señora ministra Pastor hizo sus deberes, incluyó en los presupuestos las inversiones precisas –un diez por ciento más que las que defendieron con ardor los del PSdeG, que atacan éstas– y licitó lo que otros dejaron pendiente. O sea, que en teoría todo queda atado y bien atado y el proyecto listo para que le apliquen el hisopo inauguratorio cuando llegue el momento. Por lo tanto, hosanna.

Ocurre que, para desgracia de este país, la experiencia demuestra no solo que en estos tiempos, y aunque suene feo, conviene esperar a que se aleje el toro citado, porque mientras pasa aún puede pegar una cornada mortal. Y, aparte, ejemplos hay en la historia reciente de las obras públicas que demuestran que entre el dicho y el hecho hay un trecho enorme y que las licitaciones no siempre significan la puesta en marcha definitiva de los trabajos. Lo cual es el colmo de las desdichas.

Alguien habrá que dude de lo expuesto o que lo crea exagerado. Para quien tal haga no estaría de más repasar los últimos años y analizar no solo la época de ministros nefastos para Galicia como Arias Salgado o Magdalena Álvarez sino la en teoría más fecunda para los intereses gallegos que correspondió al señor Blanco. Y ese vistazo demuestra que las cosas, aunque algo mejoraron, ni siquiera pueden considerarse razonablemente satisfactorias.

En ese sentido no parece aconsejable abolir un cierto estado de alerta que la experiencia ha demostrado especialmente útil cuando se hace desde la opinión pública –y la publicada–, ya que la propaganda tiende a barrer no para la casa común, sino para la partidaria. Y así ocurre que unos y otros critican cuando conviene a sus siglas y si es al revés callan. De ahí que haya asuntos que parecen el cuento de nunca acabar.

Y algo más todavía: el problema del AVE gallego no es solo que el dinero esté o no disponible o que exista voluntad política real de ejecutarlo: es que mientras no se acelere será siempre un proyecto susceptible de paralizarse por los intereses de terceros como los que representaba el último par de idiotas ya citado.

¿Eh?