La primera lección urgente que hay que extraer de la crisis portuguesa es que ya nada será igual. Los que no formamos parte de la cofradía del santo lamento, debemos ponernos manos a la obra en la búsqueda urgente de soluciones para el día después. Más que nada porque cuanto antes nos pongamos a trabajar, antes saldremos de la crisis. Uno de los primeros problemas estructurales que tenemos que resolver es la asimetría administrativa entre el Norte de Portugal y Galicia. Asimetría que viene delimitada por la inexistencia de regiones en Portugal, y por la inexistencia de áreas metropolitanas en Galicia. Y esta parte de los deberes, al menos, podemos y debemos ir afrontándola cuanto antes.

El Area Metropolitana del Gran Oporto engloba alrededor de un millón de habitantes. Ahora. Pero cuando se creó, hace más de una década, no era mucho más grande que la actual población del área de influencia de Vigo. Con la diferencia de que el Norte, integrado por tres "subregiones", Minho, Alto Duero y Tras os montes, y Gran Oporto, solo contempla un área metropolitana. Galicia requiere claramente dos grandes áreas, Vigo y A Coruña, sin contar las demandas que en los próximos años generará Santiago. No tiene tanto que ver con la población de la ciudad, cuanto con sus estructuras territoriales y sus hábitos socioeconómicos. Oporto, al igual que Vigo curiosamente, tiene sus parques industriales, y su aeropuerto en otros ayuntamientos vecinos. Oporto incluso tiene su puerto, el que le da nombre a la ciudad, en Maia.

Sin entrar a valorar el porqué ,este modelo de organización territorial, muchas veces fruto de una improvisación cuidadosamente planificada a lo largo de los años, genera unos hábitos modales forzados por la dinámica laboral, social, económica e incluso educativa. Vigo tiene mas de medio millón de habitantes, que se mueven diariamente sin orden ni concierto, con transportes caros sin intermodalidad ni interconectividad, ni siquiera con billete metropolitano; cada villa de su hinterland tiene contratos distintos con los proveedores de servicios básicos, agua, saneamiento, basuras, etc. Contratos desiguales y más caros, por una simple cuestión de economía en escala. La ordenación del territorio, en lo tocante por ejemplo al suelo industrial es incipiente, y así hasta un largo etcétera que incluye seguridad, policía, bomberos…

Al final el problema se resume en dos grandes cuestiones estratégicas: la inexistencia del área metropolitana comporta un preocupante déficit de músculo institucional y de masa crítica poblacional, elementos centrales en el diseño de la competitividad territorial. La estructuración de la masa crítica genera servicios, reduce sus costes y favorece la captación de inversiones. Es decir genera competitividad. No puede tener los mismos servicios una ciudad de cien mil habitantes que una de medio millón. Es obvio. El músculo institucional genera agilidad, reduce costes si está bien diseñado y ejecutado, y favorece la creación de servicios. Es decir genera competitividad social y calidad de vida.

La buena noticia es que la Xunta ha cumplido su compromiso, a tenor de la entrevista publicada por FARO DE VIGO el domingo con Alfonso Rueda, y el proyecto de área metropolitana será una realidad administrativa en los próximos días. Pero al igual que el AVE no es solo una cuestión de José Blanco, el área metropolitana no es solo responsabilidad de Alfonso Rueda, por citar a dos políticos que se han comprometido con el futuro de Galicia, cada uno a su nivel, y están cumpliendo su compromiso honesta y eficazmente. También lo es de las autoridades locales, de los agentes sociales y económicos y de la sociedad civil de Vigo, que es la que se la juega. El Area Metropolitana es algo demasiado serio como para que siga siendo víctima de enfrentamientos más personales que políticos. Aun recuerdo el sorprendente comentario de un presidente, no hace muchos años, cuando en una reunión restringida afirmó, ante el asombro de sus contertulios, que no apoyaría "una quinta provincia en el sur, gobernada por un reyezuelo". No es con parámetros de este "elevado perfil político" como se construye el futuro de Galicia.

Es por ello que el debate metropolitano, una vez aprobado el soporte jurídico que la sustenta, debe ir más allá. Es cierto que en el caso de España, las Áreas Metropolitanas han sido un foco de problemas intergubernamentales entre las grandes ciudades y las Comunidades Autónomas en las últimas décadas. Pero también merece la pena destacar en positivo la experiencia de Barcelona, que transitó de una serie de consorcios para la prestación de diversos servicios, como el de transportes, a la aprobación de un Área Metropolitana en 2010. Los entes metropolitanos pueden y deben definir espacios de solución de conflictos, de prestación de servicios y de gestión de políticas. Todo ello bajo una lógica de cooperación, enfocada a la resolución de los problemas de los ciudadanos. Y por eso, es urgente y necesario promover el área metropolitana y blindarla con un debate social y político en positivo. Aunque sirva de precedente.