De modo que, lejos de practicar el arte de la rectificación, que el refranero aconseja como prueba de sabiduría, la Xunta de Galicia parece haber optado por una estrategia de ajedrez y se ha enrocado en el asunto se la supresión de la paga a los cincuenta mil desfavorecidos que la tenían. Es posible que ignore que sólo se trata de una jugada defensiva sin otro fin que salvar el jaque, pero no va a tardar en enterarse ni en saber cuánto duele.

Los exégetas de Monte Pío una troupe numerosa -y experimentada: muchos de sus miembros se ejercitaron con el último gobierno don Manuel Fraga, después con el del señor Touriño y ahora firmaron con éste- andan en la búsqueda de excusas. Y como no las encuentran fáciles, acuden a viejos trucos de picapleitos y embarullan sentencias e interpretándolas a la luz de la ley del embudo, que por lo visto es la que mejor conocen; no es un buen método, pero a veces sirve para salir del paso, que en definitiva es para lo que les pagan.

Pero eso, con ser malo, deja margen para empeorar. Y lo empeoran quienes desde el mismo Ejecutivo, hablaron ayer: la secretaria xeral de Benestar -sic-, la conselleira de Traballo y Política Social e incluso el señor presidente. Que fue el más claro y preciso: dijo que en estos tiempos había que priorizar y, por lo que se ve, para su gabinete los cincuenta mil gallegos que ganan 365 euros al mes no son prioritarios. Pues que Dios los ampare, porque esta Xunta no lo hará.

(Aparte los trovadores de palacio, hay también quienes se dedican a descalificar como demagógicos los argumentos referidos a la pobreza de los afectados por la supresión y, por supuesto, cualquier comparación con las ganancias de los afectos al régimen. Pero eso, como los intentos de silenciar, o poner sordina al asunto bajo diferentes excusas, sólo demuestran la miseria moral de los practicantes y la de quienes los jalean, que los hay.)

Lo que no se puede disimular es que los cincuenta mil afectados son como aquellos cuya protección encomendaban "a los gobiernos justos", por cuestión de conciencia, los liberales de los que se proclama heredera esta extraña derecha gallega. Y no es fácil negar que las excusas fundadas en cortos análisis jurídicos resultan inaceptables, como lo es argumentar que las ayudas aprobadas por el bipartito eran electoralistas cuando el propio PP las propuso todavía mayores.

O sea que, como dijo -de otros- el señor conde de Romanones, "Joder, qué tropa...!"

¿O no...?