El antiguo Ministerio de Información y Turismo luce desde hace décadas el más aseado nombre de Cultura, razón por la cual no extrañará que la nueva titular del departamento sea la coguionista de la película: “Mentiras y gordas”. Nadie más apropiado (o apropiada) que Ángeles González-Sinde, presidenta además de la Academia del Cine, para seguir contándoles películas a los españoles ahora que la crisis exige grandes dosis de imaginación a los gobernantes. Cuánto más gordas sean las trolas, mejor.

La elección de González-Sinde para un ministerio tan prescindible como el de Cultura y Subvenciones pudiera ser interpretada como un nuevo acto de misoginia del presidente Zapatero. El jefe del Gobierno español ya había mostrado preocupantes síntomas de su escasa estima a las mujeres al nombrar -por dos veces- a Magdalena Álvarez, dama de bien probada incompetencia, para el desempeño de la crucial cartera de Obras Públicas. Ahora parece reincidir en ese desdén por las señoras al mantener en su cargo a las ignotas ministras de Igualdad, Bibiana Aído, y de Vivienda, Beatriz Corredor. Y por si todo ello fuera poco, no ha dudado en colgarle a otra mujer -la vicepresidenta Elena Salgado- el marrón de lidiar con una depresión económica a la que ni siquiera pudo resistir el coriáceo Pedro Solbes.

Dicen los criticones de costumbre que la rotación de sillas en el Consejo de Ministros no es exactamente un cambio de gobierno, sino más bien la reedición de aquella añeja sección del TBO que llevaba por título: “Chistes viejos con caras nuevas”. Exageran, sin duda. Alguna que otra cara de estreno hay, efectivamente, entre los intérpretes secundarios del nuevo elenco ministerial; pero lo cierto es que el director Zapatero ha reservado los papeles protagonistas a rostros bien conocidos del público como José Blanco o la multiministra Elena Salgado. A ellos se les confían, para pavor de no pocos ciudadanos, las carteras relacionadas con las cosas de comer: Economía y Fomento.

Tal vez para compensar, el presidente del Gobierno ha llamado a su vera a un reconocido experto en la fabricación de parados como Manuel Chaves, que al cabo de dieciocho años deja la presidencia de Andalucía con un veintitantos por ciento de desempleo en su reino autónomo. Toda una marca en España e incluso a escala europea que sin duda ha de servirle como credencial para asesorar a Zapatero ahora que el paro aumenta a un ritmo de entre 100.000 y 200.000 nuevos ex trabajadores cada mes.

Inexplicablemente, la designación más cuestionada está siendo la de José Blanco como gestor de un Ministerio de Obras Públicas al que la creciente ruina de la crisis podría convertir en el departamento de obras paradas. No hay razón para preocuparse, sino todo lo contrario. Corren malos tiempos para el gasto público y ninguna elección parece mejor, en consecuencia, que la de un político sin experiencia de gestión como Blanco. La impericia que le atribuyen sus críticos ha de ser sin duda benéfica en este caso, dado que no podrá ejecutar las cuantiosas partidas asignadas a Fomento. Lo que, naturalmente, redundará en un muy necesario ahorro y en la consiguiente minoración del déficit público.

La clave, como se dijo al principio, reside más bien en el nombramiento de toda una presidenta de la Academia del Cine para el cargo -sólo en apariencia irrelevante- de ministra de Cultura. A falta de dinero y de capacidad de gestión, la propaganda adquiere un papel crucial para este o cualquier otro gobierno, circunstancia que tal vez convierta a Ángeles González-Sinde en la inesperada columna vertebral del nuevo Consejo de Ministros. Con la experiencia que le da haber escrito el guión de “Mentiras y gordas”, raro será que la ministra no sepa darle un adecuado toque de ficción a la crisis. Otra cosa es que el público se trague la película, pero tampoco Zapatero va a estar en todo.

anxel@arrakis.es