Así pues, confirmado la ascensión de don José Blanco al Ministerio de Fomento, llaman la atención un par de datos: la sensación general de alivio que para los gallegos supone la marcha de la señora Álvarez y el optimismo, casi la euforia, con que el PSdeG recibió la noticia. Como si le hubiera tocado el gordo de la lotería, sólo que -por ahora al menos- sin la exhibición habitual de botellas de cava para celebrarlo.

La razón de esa alegría es doble. De una parte porque creen, los socialistas de este lado del Padornelo, que la condición lucense del nuevo titular de Obras Públicas significará, además de -como dijo ya ¿en broma?, algún observador- una autovía a Palas de Rei, el impulso decisivo a los proyectos que el noroeste tiene pendientes. De otra, por la significación política de ese impulso, que serviría por ejemplo para que el PSdeG-PSOE refuerce su perspectiva municipal gallega en dos años e intente el retorno a la Xunta en cuatro.

Dicho eso, que es opinable, y tras indicar que ojalá ocurriese así -o sea, que don José se encargase de darle a este país, desde Fomento, lo que este país necesita. convendría no olvidar que su señoría no llega a una Consellería sino a un Ministerio y que eso, -propio de Pero Grullo- no estorba: habrá de gobernar para todos y, por tanto, de repartir lo que hay, y como la abundancia no es el signo de los tiempos, el que más y el que menos deberá prepararse para algún tipo de chasco. El quid será que resulte lo más pequeño y llevadero posible porque de disgustos, aquí, ya está bien.

Así las cosas, algo parece seguro: que le gestión del nuevo ministro se orientará por criterios bastante más ágiles que los de su predecesora, y que no provocará las polémicas de doña Magdalena. Y aunque sólo fuera por eso, el rincón noroeste saldría beneficiado porque podría esperar un orden de prioridades más justa y un modo de tratar a los interlocutores más inteligente, virtudes ambas que, como el dinero, no abundan tampoco.

Otra de las claves estará en el nivel de diálogo que sea capaz de establecer el nuevo ministro con la Xunta, que también está de estreno. El futuro presidente gallego calificó como una buena noticia la del ascenso, sobre todo por el paisanaje del titular de Fomento, y esa consideración debería tenerse por algo más que un gesto de cortesía, aunque quizá no llegue a una declaración de amistad. Pero en todo caso y en estos tiempos mejor es eso que nada, sobre todo pensando en el interés general del país.

¿O no?