Una de las características esenciales de días como estos de Navidad -que tienen su propio eslogan, ése de paz a las gentes de buena voluntad, censo cuya escasez explica, dicho sea de paso, la extensión de la violencia por doquier- es la apertura de una especie de tregua en la que los defectos se disimulan y las virtudes se exageran. Con excepciones -como por ejemplo esa señora Villarino que llama gilipollas a los diputados del PP y preside el Parlamento gallego como si aún fuese el cuartel del Hórreo- que no hacen sino confirmar la regla.

Seguramente por eso ha pasado casi desapercibida la designación del señor juez Cadenas para presidir el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia Una decisión que parece complacer a todo el mundo público, pero que hace aún más extraño el dato de que la vacante hubiese permanecido sin cubrir durante tres años, porque con tan buena cantera, lo normal es colocarla en el primer equipo, dicho sea con perdón por el uso de la jerga futbolística para aludir a oficio tan serio como el de sus señorías.

Pero el problema no es sólo ese retraso -que se ha criticado desde la Xunta, por el señor Méndez Romeu, únicamente cuando pareció resuelta la elección, lo que dice poco en favor del interés gubernamental por el bien de la Justicia-, sino en el modo en que este tipo de asuntos se resuelve, y que viene a ser otro de esos war games de la política habitual, que convierten el proceso de elección de los jueces en un pulso entre los principales partidos. Lo que no contribuye precisamente a fortalecer la confianza de los justiciables en el sistema o, para ser más exactos, en quienes lo encarnan.

En este punto, y dicho -como es natural- con todo el respeto a las personas y a las instituciones, pero también desde el animus opinandi, el hecho de que el señor magistrado Cadenas sea progresista o conservador y pertenezca a Jueces para la Democracia o a la Asociación Profesional de la Judicatura es sólo un dato que apunta a sus ideas. Que son del todo respetables, por supuesto, pero que deben quedarse al margen a la hora de impartir eso tan difícil de obtener que se llama Justicia y que, en principio, ha de ser ciega y además neutral e independiente.

No parece, a estas horas, que la sociedad gallega tenga claro que ha mejorado o empeorado con el fin del interregno en el TSXG, y ahí está precisamente el peor de los aspectos de este asunto: que hay poca información y menos interés. Y eso que la Justicia es tema capital.

¿No...?