Apenas un par de semanas después de que se publicase en Buenos Aires el best-seller "Superchistes de gallegos", la ministra de Fomento ha decidido tomar otra vez en broma al vecindario de esta Galicia que tantos rasgos comparte con las buenas gentes de Lepe. Lo malo es que Magdalena Álvarez ha vuelto a contar el viejo chiste del AVE que, a fuerza de repetido, ya ni siquiera le hace gracia a su conmilitón y presidente del Gobierno autónomo Emilio Pérez Touriño. La ministra debiera ir pensando en renovar su repertorio de chirigotas.

Salvo ese leve problema de reiteración sería injusto que Touriño o sus socios en la Xunta descargasen su malhumor sobre la pobre Álvarez, habiendo como hay en el actual Gobierno tantos humoristas dispuestos a hacer chistes sobre los gallegos.

Mucho más gracioso y original estuvo, por ejemplo, el director general de Tráfico, Pere Navarro, cuando meses atrás imputó los altos índices de mortalidad en las carreteras de Galicia a un "problema psicológico" que a su juicio padecemos los naturales de este país. Bastaría, por tanto, con enviar a los conductores gallegos al psicólogo en vez de arreglar los peraltes homicidas que aún padecen algunas vías de comunicación de este reino; pero lo cierto es que Navarro no ha hecho una cosa ni la otra. Simplemente, estaba contando un chiste.

También la que fue ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona demostró hace tres años sus dotes para el género. Mientras el país ardía por los cuatro costados, Narbona no dudó en atribuir al carácter "muy caciquil" y "muy rural" de los galaicos la causa de la oleada de incendios que asoló los montes de Galicia coincidiendo con la llegada del nuevo Gobierno autónomo al poder. Nadie le rió la gracia, pero tampoco le fue afeada su conducta.

Es natural que así suceda, habida cuenta de que somos los propios gallegos quienes más le reímos al Gobierno sus ocurrencias. Ahí está, como ejemplo paradigmático, el caso de la ministra de Fomento.

Poco importó que Álvarez se estrenase en el cargo con un chiste algo escatológico en el que unía los conceptos "Galicia" y "mierda" en una misma frase, o que se pusiera a revocar alegremente tramos ya licitados del AVE gallego bajo oscuros pretextos medioambientales en los que vuelve a reincidir ahora.

Lejos de montarle un belén, los nacionalistas gallegos se portaron esta vez como auténticos caballeros con la lenguaraz ministra Álvarez. Quijotescamente, los diputados del Bloque no dudaron en empuñar la adarga de su voto para salvar a la dama andaluza de una reprobación impulsada por los conservadores y los demás partidos nacionalistas. Hasta tres veces -tantas como Pedro negó a Cristo- votaron a favor de la ministra los representantes del BNG en el Congreso, el Senado y el Parlamento gallego, con el feliz resultado de evitarle la afrenta de la reprobación en dos de esas cámaras legislativas.

Con gallegos de tan buen conformar -y eso que los nacionalistas pasan por ser de los más rabudos-, parece lógico que Álvarez se haya sentido en la obligación de seguir gastando a propósito del AVE ese fino cachondeíto andaluz que tanta gracia les hace por aquí a algunos. Si después de mandar literalmente el Plan Galicia "a la mier..." sigue contando con el voto y el apoyo de la mayoría de diputados gallegos -incluidos los más ariscos-, no sería de extrañar que la ministra llegase a la conclusión de que somos masoquistas. Y ya que nos va la marcha del látigo y el cuero, la estricta gobernanta de Fomento se limita a satisfacer nuestras perversiones político-sexuales toreando de nuevo a los gallegos con las fechas del tren-bala en una faena de muleta digna del mismísimo José Tomás.

Tal como están las cosas, ya nadie se extrañaría de que Álvarez o cualquier otro ministro abriese su próxima comparecencia con la frase: "¿Saben aquel del gallego..." Es lo que tiene ser un país de chiste.

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