Así que, tal como le van algunas cosas, a pocos extrañaría que alguien desde el sector ganadero gallego buscase el origen de sus problemas en el llamado "mal de ojo"; que muy científico no parece, la verdad, pero que a veces es el único argumento que queda cuando fallan todos los demás. Y es que, ahí, se suceden las tormentas: precios, reforma de la OCM europea y ahora resurrección de viejos fantasmas con los dos casos de muertes en León por el llamado mal de las vacas locas. Que, si bien nada tienen que ver con lo que hay hoy, recuerda un ayer complicado.

La Administración -o las varias que en este campo confluyen- actúan con agilidad primero para descartar focos de ganado enfermo, después para recordar que los dos ciudadanos fallecidos se infectaron hace más de ocho años y, tercero, para insistir en que las condiciones sanitarias de la carne que llega a los mercados tiene todas las garantías necesarias.

Pero, aun así, las alarmas se han reactivado y, como queda dicho, también antiguos temores. Lo que es humano, sobre todo cuando los científicos exponen alguna sorpresa -aún discreta-por lo que está pasando

En ese marco, y sin la menor intención de provocar un aumento de la inquietud, parece necesario preguntar si el sector ganadero gallego está ahora en mejores condiciones para afrontar otra crisis que en este caso no lo sería tanto de salud como de confianza. Lo probable, si todo el mundo hace las cosas como Dios manda, es que no se llegue a eso, pero como prevenir es mejor que curar, una reflexión sobre esto que ocurre puede servir para que no se repitan episodios del pasado que ahora mismo resultan muy incómodos -y hasta dolorosos- de recordar.

Uno más de ellos, supuesto, el de la capacidad de un país para responder de forma colectiva a una amenaza -o a un problema- común desde su propia estructura; la social, desde luego, pero también desde la política. Y en ese sentido las alarmas -relativas- que hoy vuelven a sonar podrían servir para que los diferentes partidos y organizaciones recuerden lo que sucedió hace varios años; cuando la crisis estalló, desde la Xunta se pidió apoyo institucional y la respuesta de la oposición entonces, que hoy es gobierno, fue negativa y además especialmente hostil.

El memento no se plantea para incordiar, ni mucho menos para fastidiar; sólo para dejar constancia de que hay circunstancias que podrían repetirse, o al menos amagar, y que en los dos casos han de recibir un tratamiento del todo distinto al que en su día se les dio. Quienes hoy gobiernan en Galicia fueron de aquella, como mínimo, sectarios -sobre todo con la presentación de una moción de censura en el momento más delicados-, y los que ahora se les oponen deben recordarlo para no caer en el mismo pecado.

Y, todos, para evitar lo que previene el antiguo aviso: que quienes olvidan su historia se condenan a repetirla.

¿Eh...?