Demostrando que sigue siendo un ejemplo del mejor periodismo mundial, la BBC estrenó en otoño de 2004 un documental dirigido por Adam Curtis y titulado El poder de las pesadillas. Dividido en tres partes de una hora, posteriormente se condensó en una versión cinematográfica que fue estrenada en Cannes en mayo de 2005. A pesar de su impecable factura y de la llamativa tesis que plantea, tuvo un corto recorrido en escasos cines y hoy sólo puede obtenerse por Internet, ya que no existe siquiera una versión en DVD. En Estados Unidos no hubo una sola cadena de televisión que se atreviese a emitirlo, a pesar de venir firmado con el sello de calidad de BBC. ¿Por qué? La razón es bien sencilla. El documental, como una buena novela estructurada desde dos puntos de vista, nos va mostrando los caminos paralelos que fueron siguiendo desde los años 50 del siglo pasado, por un lado, la ideología ultraconservadora de los Estados Unidos, que arranca con el profesor Leo Strauss, y por otro el islamismo radical surgido con el egipcio Sayed Kotb. Strauss, fanático de la serie de vaqueros Gunsmoke, donde el protagonista se cargaba a los malos a tiros sin dudarlo, comenzó a desarrollar por entonces la idea de que su país estaba en decadencia y que, por tanto, debía unirse alrededor de la filosofía de su vaquero: combatir el mal a tiros. Seguido por Wolfowitz, Rumsfeld, Fukuyama o Cheney, hizo escuela a lo grande. Mientras, Sayed Kotb fue incubando su profundo odio contra Estados Unidos durante su larga estancia juvenil en un pueblo de Colorado, y al regresar a Egipto su creciente radicalización, que le llevaría al patíbulo en 1966, anidaría en un alumno aventajado, el joven médico Ayman Zawahiri, fundador de la Jihad Islámica. Pero esto no es lo que hace de El poder de las pesadillas un documento turbador, sino su solvente afirmación, apoyada en múltiples testimonios, de que Al Qaeda, entendida como red mundial dirigida por Bin Laden, sencillamente no existe. Es más: demuestra que el nombre fue inventado por el FBI, y que Bin Laden sólo comienza a utilizarlo después del 11-S, aupándose a la pesadilla creada para justificar la "guerra contra el mal" genuinamente straussiana. Ex miembros de la CIA explican ante la cámara, para pasmo del espectador, cómo filtraban informaciones falsas en la prensa europea alimentando la idea de una red, y cómo sabían que Laden no dirigió los ataques a las Torres Gemelas, sino un tal Jalid Sheij Mohamed. Esta semana, tres años después del estreno del documental, el Departamento de Defensa norteamericano ha vendido la gran confesión de Sheij, aderezándola con una retahíla de atribuciones de atentados en todo el mundo tan exagerada que apesta a intento de justificar la ignominiosa excepción de Guantánamo, donde lleva recluido desde hace años. Menuda tomadura de pelo. Busquen El poder de las pesadillas en Internet. A pesar de todo, cierto periodismo sigue siendo una ventana abierta a la verdad.