Ha concluido la limitada gira latinoamericana del presidente George Bush, cuyo objetivo principal parece haber sido convencer a algunos países, sobre todo a Brasil, de la conveniencia de establecer una alianza estratégica para producir, de forma intensiva, "biocombustribles" o "agrocombustibles". Es decir, para dedicar amplias extensiones de terreno agrícola al cultivo de caña de azúcar, maíz, trigo y soja, de los que pueda extraerse etanol con destino al consumo energético; principalmente como combustible del cada vez más extenso parque automovilístico mundial. La era del petróleo barato toca a su fin, las reservas se agotan, y los principales países productores viven instalados en situaciones políticas conflictivas (Oriente medio y África), o son hostiles a la manipulación imperial del mercado (Venezuela y Rusia). Ante este panorama, tan preocupante para los intereses del capitalismo anglo-norteamericano, las compañías petroleras, las multinacionales que controlan el comercio agrícola y las empresas automovilísticas han ideado un plan muy ingenioso que les permitirá aparecer ante la opinión pública como ecologistas conversos, defensores apasionados del medio ambiente y eficaces luchadores contra el calentamiento global y el cambio climático, que ellos mismos han provocado. Pero ese repentino entusiasmo por las energías alternativas, y supuestamente limpias, no esconde otra cosa que la eterna búsqueda del máximo beneficio por el procedimiento más rápido. Lo que, a su vez nos planteará un dilema social importante, ya que deberemos decidir si sembramos para alimentar personas, si sembramos para alimentar el ganado que luego alimentará a las personas, o si sembramos para llenar los depósitos de carburante de los automóviles. Al respecto, he leído un interesante artículo de Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios sin Fronteras, en el que nos advierte sobre las catastróficas consecuencias que tendrá sustituir a los pequeños propietarios de la tierra por grandes compañías que van a dedicarse al monocultivo de unos productos que se encarecerán rápidamente porque alimentar un coche con etanol durante un año equivale a lo que durante ese mismo periodo de tiempo costaría la dieta de veintiséis personas. Y cita, por vía de ejemplo, el caso de los gobiernos de México, que desmantelaron su estructura productiva para permitir la entrada de maíz barato norteamericano, tras el Tratado de Libre Comercio, y ahora, pasado un tiempo, se han encontrado con un súbito encarecimiento de ese mismo producto porque han de competir con los dueños de las plantas de "biocombustible" (por cierto, también nor-teamericanas) que lo pagan mejor, dejándolos sin ese alimento tan necesario. Gustavo Ducht titula su artículo como "La advertencia maya", y recuerda que, según la tradición de aquel pueblo desaparecido, los dioses crearon al hombre primero de barro, después de madera y finalmente de maíz. Estamos a punto (23 de diciembre de 2012) de llegar al final de la era de maíz, según el calendario maya. Y habrá que alimentar a 6.500 millones de seres humanos y a 8.000 millones de automóviles, con derivados del maíz. ¿Habrá para todos?