Según últimas investigaciones, los antioxidantes, que se usan para alargar la vida, en realidad la acortan. Esto nos lleva a la cuestión de fondo, que es si resulta preferible oxidarse deprisa, consumiendo la vida a grandes tragos, o hacerlo lentamente durante muchos años. Hay gente que vive a toda máquina, dilapidando vida, y otra que se cuida tanto y previene tantas cosas que no vive, aunque tenga una existencia longeva. No hay juicio moral posible; son simplemente dos formas de enfocar el asunto. Hay una tercera opción, que no entra en la disputa entre intensidad y duración, y consiste en tomar conciencia plena de cada momento, sin dejarse atrapar por la modorra cotidiana. Con esta fórmula la angustia oxida mucha felicidad, pero la que queda es de primera. Y, en fin, la cuarta fórmula, mayoritaria entre la gente, consiste en no oxidar neuronas pensando en estas cosas.